Samuel Kishi
Foto: Cortesía PinPoint
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Samuel Kishi, director de Los lobos, nos cuenta sobre esta cinta basada en su infancia

El cineasta mexicano nos comparte cómo fue su infancia como migrante en Estados Unidos y su trabajo con Disney

Gil Camargo
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Miles de mexicanos crecimos solos; nuestros papás y mamás salieron a trabajar para mantenernos. Pero muchas veces no basta con tener las ganas de trabajar; también se requieren oportunidades, motivo por el que muchos, ante la falta de las mismas, siguen la falacia del sueño americano para sobrevivir.

A manera de retratar su experiencia como un niño migrante en Estados Unidos, el director mexicano Samuel Kishi (Somos Mari Pepa, 2013) presenta Los lobos, una ficción casi documental sobre una familia que migra al país del norte para salir adelante. A propósito de su estreno en salas comerciales el próximo 10 de junio, platicamos con él sobre la génesis de esta cinta.

¿Qué tan difícil fue llevar tus recuerdos de niño en una película?
Al principio fue muy difícil. La idea sale de un ejercicio de escritura de Joe Brainard para enfrentar la página en blanco. Hizo un libro en el que escribía frases cortas que comenzaban con “Me acuerdo que…” y anotaba lo primero que se le venía a la mente. Cuando terminé el libro me sorprendí de cómo conocía a una persona y un lugar de esa manera. Así comencé a hacer una serie estos ejercicios y uno de ellos fue: “Me acuerdo que cuando tenía siete años mi mamá nos llevó a mi hermano y a mí a vivir a Santana, California, en búsqueda de una mejor vida. Ella nos dejó en un pequeño departamento encerrados, en un barrio con una gran población de mexicanos y camboyanos. De manera muy astuta, nos grabó mensajes, canciones, las reglas de la casa y cuentos en una grabadora vieja de juguete. Nos decía: 'Si me extrañan, póngale play a la grabadora'”. Entonces mi carnal y yo construimos un imaginario con base en las grabaciones de mi mamá.

¿En qué momento decidiste que ese ejercicio se convertiría en una película?
Hay solo un paso para que una anécdota se convierta en película. Me junté con los coguionistas Sofía Gómez Córdova y Luis Briones. En las primeras versiones había algo que no encajaba, porque me estaba basando mucho en mis memorias, entonces recurrí a mi hermano y mi madre. A partir de ese momento me vi en la necesidad de hablar con la gente y me fui a Santa Ana, California, a visitar a familiares que viven ahí.

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Los lobos llega a rozar mucho con el género documental…
A mí me gustan mucho las cosas híbridas, de distintos estilos, formas y disciplinas para contar una historia. Creo que más bien el documental alimentó a la ficción. No estaba dentro del guion, pero una vez que llegué a hacer scouting a Alburquerque, Nuevo México (ya que no se pudo hacer en Santa Ana por cuestiones presupuestales), encontré ese lugar ideal por el ambiente. Hice una postal de la ciudad y de las personas que viven ahí, porque va muy a la par con la familia que busca su madriguera y va a pertenecer a esa sociedad. Encontré un barrio peligroso, pero con mucha luz, nobleza y solidaridad. Eso le da un toque de realidad a la película.

Escuché que Martha Lorena Reyes no hizo casting para el papel de Lucía, la mamá de los niños. ¿Cómo la elegiste?
A Martha la contacté parar que le diera un taller a los niños que quedarían seleccionados (para la película). Como intercambio me pidió que le ayudara a editar su reel de actriz, y cuando lo vi pensé que ella podía ser la mamá y aceptó encantada. Se fue conmigo a hacer investigación con mujeres migrantes de la comunidad, a limpiar casas y oficinas.

¿Cómo fue la dinámica de trabajo con los niños, Max y Leo?
Fue muy fácil. Los niños son personas chiquitas y entienden completamente todo, solo tienen distintos tiempos y uno como director se tiene que acoplar a esos tiempos. Estoy peleado con la figura endiosada del director; tienes que hacer un trabajo de empatía, conocer los procesos y tiempos de tus colaboradores. Hicimos un casting de casi mil y elegimos a seis. Después seleccionamos a Max y Leo, que son hermanos. Leo no quedó, entró de relevo porque el otro niño renunció. Lo que más me importa es que los actores entiendan de qué va la escena y cuáles son los objetivos, entonces cuando entendemos eso, nadie necesita repasar diálogos, uno se apropia de ellos y los cambia, pero nunca se pierde el objetivo y eso permite improvisar, jugar con los niños. Trabajamos con tres tomas medulares; la primera es como viene en el guion, la segunda es en la que hago correcciones de ritmo y la tercera es la improvisación.

Cuéntanos sobre el programa Untold de Disney en el que participaste.
Soy socio de la agencia de animación Platypusco. Nosotros ilustramos la parte del show en el que los creativos te cuentan sus experiencias. Ha sido muy enriquecedor por todos lados. Las decisiones estilísticas que tenemos que hacer para ver cómo lo vamos a contar; animación apegada a los años 30 o en anime.   

¿Cuándo estrena tu corto animado El año del radio?
Está por terminarse. Espero que para el segundo trimestre del año esté en festivales. Es de siete minutos y trata sobre de los recuerdos que tengo cuando mi mamá era locutora de radio en Guadalajara y cómo crecimos escuchando un programa nocturno en el que le preguntaba a la gente qué veía. Le hablaban taxistas, enfermeras y le contaban lo que veían en la noche.

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