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La función a la que fui comenzó con un mensaje de Daniel Craig agradeciendo que lo hayamos acompañado en este tiempo y celebrando que películas como las de la franquicia de James Bond nacieron para ser vistas en las pantallas del cine, dándonos a entender porque prefirieron retrasar cinco veces el estreno y no venderla a una plataforma (se decía que AppleTV+ la quería comprar por 200 millones de dólares), ya que deseaban darle un cierre épico que de otra forma no se hubiera sentido igual.
La película número 25 de James Bond arranca justo en donde termina Spectre y vemos al espía recién retirado de MI6 junto con Madeleine Swann (Léa Seydoux) intentando tener un periodo romántico. Las cosas no salen como lo esperaba, el pasado de Swann parece que los ha seguido y Bond vuelve a sentir que no puede confiar en nadie rechazando la idea de un final feliz. Pasan los años y Bond decide regresar al campo porque su amigo Felix (Jeffrey Wright) lo necesita para encontrar a un científico que creó un virus letal —el guion lo escribieron en 2018—, pero no es la única persona que lo busca ya que Nomi (Lashana Lynch), la agente que tomó el lugar del 007, —hasta el mismo número— está en el mismo caso. El villano llamado Safin (Rami Malek) tiene acorralado a Bond y la única ayuda que puede obtener proviene de Swann, ya que ella tiene una conexión con el criminal, pero el protagonista aún no confía en ella.
Cary Joji Fukanaga (True Detective) entra a las grandes ligas de mega producciones dirigiendo esta nueva entrega que no deja de sorprender porque, además de tener escenas de acción impresionantes, el guion siempre tiene sentido y encaja con las cuatro películas pasadas como si esas hubieran sido creadas exclusivamente para seguir la historia. Además de que nos dan a un protagonista que con motivos justificados para que haga todo lo que estamos viendo, nada sucede por casualidad, mientras te preparan para llegar a un clímax poderoso con un Daniel Craig cargado de energía, fuerza y emociones. Tanto el director, como el actor, se entregaron para esta película que concluye esta etapa de la franquicia de Bond, la cual no podemos decir que fue perfecta porque aunque tuvimos las gigantes como Casino Royale y Skyfall, también estuvo la mediana Spectre y la fallida Quantum of Solance. A pesar de todo esto, no podemos negar que Craig fue eficaz a la hora de representar a un 007 apegado a lo que Ian Fleming había creado, pero que encaja perfecto en la época actual. Nos deja con un increíble sabor de boca y pone la vara alta para los próximos o próximas que lo lleguen interpretar.
La saga de Craig tiene la peculiaridad de que ninguna de las películas pasadas se entrelazan teniendo en común la venganza y el dolor. Los personajes y las situaciones ya ocurridas siguen latiendo en las venas de estas películas, aportando algo distinto a una franquicia que ya nos había acostumbrado a que cada película fuera un capítulo aparte; en el que el bueno y los malos entran para cumplir su misión y desaparecer sin afectar el futuro. La presencia femenina de esta etapa de la franquicia y sobre todo de Sin tiempo para morir es otro de los puntos a favor que vale la pena destacar ya que debemos aceptar que las películas de James Bond son misóginas y cosifican a la mujer. Piensen en todas las llamadas chicas Bond, que servían solo para que el protagonista se viera bien a su lado y ellas no pudieran resistirse a sus encantos terminando en su cama.
En las últimas cinco películas vimos cómo el protagonista necesitaba de su ayuda, dependía de ellas para las decisiones más difíciles y muchas veces le salvaron la vida. ¡Adiós a la damisela en peligro, bienvenida la compañía femenina poderosa! Phoebe Waller-Bridge (Killing Eve y Fleabag) fue contratada para coescribir la nueva película aunque ella no es la primera, antes tuvimos a Johanna Harwood (DR. No -1962 y From Russian With Love), pero si es la primera que buscó presentar a un Bond más feminista. Por ejemplo, Paloma (Ana de Armas), quien es una nueva agente de CIA, se luce dando momentos tan genuinos como emocionantes en la secuencia de Santiago, Cuba; mientras que Nomi enseña lo capaz que es para realizar el trabajo del 007 y hasta su manera de reaccionar nos recuerda a los Bond del pasado.
Me encantaría ver una película de Craig con Lynch luchando contra el mal, sin olvidar a Madeleine, quien además de demostrar sus habilidades con las armas también ayuda al personaje a explorar sus miedos, traumas y problemas que tantas misiones le han traído consigo y que no lo permiten continuar con su vida. Ambos encontraron un lazo que hace que la química sea genuina.El tiempo de duración (2 horas con 43 minutos) podría ser una razón para que varios quieran evitarla, pero créanme cuando les digo que no las van sentir porque el ritmo es sólido, nunca deja de subir y emocionar, además de que tiene momentos graciosos.
Sin tiempo para morir es una emocionante aventura que tiene un aire a las primeras aventuras de Bond, pero que encaja bien a esta era, razones por lo cual llena de sentimientos la partida de Craig ya que su entrada significó la reinvención de una franquicia que carecía de creatividad y que cada vez parecía una ridícula copia. Además, se convierte en la primera película en toda la saga en la que se despiden del actor que lo interpretó durante 16 años; eso no lo hicieron con Sean Connery, George Lanzenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan. El destino de esta es darle conclusión a las cuatro entregas pasadas haciendo que valga la pena la espera a que llegara al cine para dejarnos en un estado emocional que pocas veces habíamos sentido al terminar al terminar una película de James Bond. Puntos extras para la música de Hans Zimmer, quien debuta en el universo de James Bond y la canción de Billie Eilish en los créditos iniciales.
Sin tiempo para morir Dir. Cary Joji Fukunaga. Reino Unido, 2020. Con Daniel Craig, Rami Malek, Léa Seydoux, Lashana Lynch, Ralph Fiennes, Naomie Harris y Ana de Armas.