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Hay algo en Black Widow que no termina de percibirse como una película de superhéroes, incluso hay muchos momentos en que posiblemente olvidarás que se trata de una película del Universo Cinematográfico de Marvel (la número 24 del MCU y la primera de su fase cuatro, para ser exactos). Y esto no es una observación negativa; al contrario, la cinta dirigida por Cate Shortland, si bien toma algunos elementos de las producciones predecesoras, emerge con una identidad y fuerza propias.
Instalada entre los acontecimientos de Capitán América: Civil War y Avengers: Infinity War, la cinta de Black Widow (Scarlett Johansson) tiene la intención de profundizar en un personaje cuyo desenlace ya conocemos. ¿La razón? Por un lado, concretar esa idea que desde el inicio del MCU se plantearon los productores, la de darle a Natasha Romanoff su película en solitario, y por el otro, ya justificando su existencia en la línea temporal de este universo, sentar las bases para la nueva generación de Avengers.
Es por eso que la cinta nos presenta a Romanoff en medio de un par de crisis familiares: la que hay entre los Vengadores y la de ella y su hermana menor, Yelena Belova (una increíble Florence Pugh), quien la llama más a fuerza que de ganas para avisarle que su enemigo número uno y el causante de muchas desgracias personales y mundiales, Dreykov (Ray Winston), sobrevivió a un atentado en el que participó Natasha.
Esta historia le permite a Black Widow caminar entre una película de Mission Imposible o el 007 con sus múltiples ciudades-escenario, espías encubiertos y escenas llenas de velocidad y adrenalina —con la diferencia de que aquí nuestra heroína y compañía sí salen con uno que otro rasguño—, y al mismo tiempo replicar algunos aspectos del sello Marvel, como el humor, que aquí encarna a la perfección Pugh —¿quién mejor que ella para hacerlo?—. Esto sin dejar a un lado la construcción de un contexto real y crítico, que en este universo solo se permitiría desarrollar a través del personaje de Natasha Romanoff.
Si bien el cast no es tan multitudinario como otros filmes del MCU y hay muy escasas apariciones que provoquen la efervescencia del público en las salas, Black Widow logra lo que las cintas previas no, encarnar con autenticidad ese espíritu feminista que en Endgame trataron de meter con calzador. El fondo de la historia es un constante recordatorio de la importancia del poder de decidir —las Black Widow son llevadas en contra de su voluntad para convertirse en armas humanas, solo por mencionarte el control más superficial—. A este back, le acompaña el desarrollo paulatino de una red de sororidad que no necesita de bombos y platillos para hacer notar su momento cumbre —sí, te hablamos a ti, Infinity War—.
¿Es imprescindible para darle forma a la fase cuatro del MCU? Posiblemente no —quizá solo por su escena postcréditos— y si consideramos que algunos actos son más que lentos y hay un par de inconsistencias, menos. Pero las intenciones de Black Widow parecen ser otras, como permitirnos despedirnos de Natasha y Scarlett, y su trascendencia radica más bien en sus sutilezas y en darle frescura al sello MCU que ya rayaba en la fórmula.
Black Widow Dir. Cate Shortland. Estados Unidos, 2021. Con Scarlett Johansson, David Harbour, Florence Pugh, Ray Winstone, Rachel Weisz, O-T Fagbenle y William Hurt. Estreno: Jueves 8 de julio.