“Mis historias parten de todo lo que me constituye como mujer”, enfatiza Ángeles Cruz desde el otro lado del teléfono. Ella es indígena y lesbiana, desde esta postura ha forjado su carrera como directora cinematográfica, guionista y actriz. Sus raíces provienen del “Pueblo de la lluvia”, los Ñuu Savi (Mixtecos); parte de esta cultura originaria se localiza en Oaxaca, ella nació exactamente en la comunidad Villa Guadalupe Victoria, perteneciente al municipio de Tlaxiaco.
Durante su trayectoria profesional la cineasta ha obtenido dos Premios Ariel por los cortos La tiricia o de cómo curar la tristeza y Arcángel. Pero el reto más grande no es obtener estos galardones sino “tumbar los modelos que se han construido en torno a los pueblos originarios, para romper prejuicios, estereotipos y crear nuevos referentes”.
Como actriz
Al salir de la Escuela de Arte Teatral del INBA su carrera empezó a despegar, pero las sorpresas no tardarían en aparecer al conseguir papeles que la encararon al racismo por sus características físicas. “La televisión ha hecho mucho daño a este país, ha creado una visión de un México que no somos”, expresa la actriz. De aquí surge la urgencia de contar historias, porque “necesitamos romper los prejuicios, crear referentes para decir: ‘no somos eso, somos muchísimo más’”, cuanta Ángeles, quien ha participado en series como Capadocia y Lo que callamos las mujeres.
Como actriz es complicado ser indígena, expresa Cruz, quien ha tenido papeles en las películas La hija del Puma, El violín, Espiral y Tamara y la Catarina. “Pareciera que solo somos la parte negativa de nuestro país, quisiera poder representar lo que quiera, independientemente de mis características.
“Es difícil salirse y es por eso que empecé a mezclar mis papeles en el cine y me pongo a escribir y a dirigir mis propias historias. Justo con el sentido de crear nuevos referentes y en no estereotiparnos”, nos cuenta.
Como guionista y directora de cine
Detrás de la cámara, Ángeles Cruz ha rodado los paisajes de su comunidad y contado las historias de su pueblo, como en La carta, donde aborda cómo se vive el lesbianismo en los pueblos originarios. “Lo primero es qué pasa en tu casa, porque es en donde tienes esa confianza de hacerlo y para mí, mi casa es mi comunidad”.
La cineasta se describe como una gran observadora, “creo que a partir de la empatía entran los personajes”, dice. Ángeles confía que cada una de sus cintas sea vista en "su casa", con sus primeros referentes, para así tener un medidor sobre lo que está haciendo y conocer si va por buen camino.
“El cine vive a partir de que es visto. En mi comunidad cuando presentamos nuestros trabajos es una retroalimentación de platicar, de cuestionar, de decir: qué podemos hacer para parar esto. Ese es el cine que en este momento pretendo hacer. No va en un sentido aleccionador ni políticamente correcto, va en un sentido humano de qué me estoy preguntando y con quién comparto esas preguntas para dialogar”, finaliza.
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