Bárbara y Johnny llegan tarde al panteón, casi al anochecer, para visitar la tumba de uno de sus familiares. Mientras ella reza, Johnny observa a lo lejos a un hombre con un caminar particularmente torpe y vistiendo un traje que incluso a distancia se ve desgastado.
Así fue la primera aparición de un zombie en la pantalla grande, al menos bajo el prototipo que sugirió George A. Romero con Night of the Living Dead (1968), un filme que revolucionó el cine mientras los movimientos estudiantiles de aquella época buscaban generar un cambio en sociedades de diversos puntos del mundo.
Los primeros zombies eran resultado de procesos hipnóticos (El gabinete del Dr. Caligari, 1920; White zombie, 1932), pero fue a partir de las virtudes que Romero dio a esas criaturas que se les reconoció por su andar lento, falta de equilibrio, hambre insaciable, fascinación por los cerebros y mirada perdida; características que aplican por igual pese a las diferencias de origen de los muertos vivientes: un despertar después de la muerte (Dawn of the dead, 1978); un virus o accidente científico, como se ve en 28 días después (Danny Boyle, 2002) e incluso con tintes religiosos para anunciar el Apocalipsis, como en la saga de [Rec].