La película pakistaní Joyland: la tierra de los sueños, dirigida por Saim Sadiq, por fin llega a México. La historia sigue a Haider, un hombre atrapado en las expectativas de una sociedad patriarcal, cuya vida da un giro inesperado cuando comienza a trabajar en un club de danza y se enamora de Biba, una bailarina trans. El filme fue prohibido en su país por su "contenido objetable", desatando un intenso debate sobre censura, representación LGBTQ+ e hipocresía social. A pesar de ello, Joyland conquistó al público internacional, llevándose el Premio del Jurado en Un Certain Regard en Cannes, el Queer Palm y recibiendo reconocimientos en festivales como Toronto y Sundance. Más que una película, es un acto de resistencia que ha abierto una conversación global sobre identidad y libertad artística.
Platicamos con sus protagonistas, Alina Khan, Ali Junejo y Rasti Farooq, quienes han puesto en alto el cine pakistaní.
Alina, tu personaje debe enfrentarse al rechazo y a la lucha constante por su dignidad. ¿Qué sientes al representar a las mujeres trans de Pakistán a nivel mundial?
Alina Khan: Para mí es muy importante que esta película realmente capturara la complejidad de las vidas de personas trans que viven en Pakistán. Entonces, si el filme se centra en Biba y ella es una bailarina profesional, eso nos permite tener un poco de entrada a su vida que convive con la comunidad trans. De hecho, vemos una escena en la película en la que miembros de la comunidad están en conflicto por un documental que quieren hacer, pero es la manera en que ellos pueden reclamar cierto poder y controlar su vida porque se enfrentan a tantos problemas. Pero Biba decide que ella no quiere formar parte de ese proyecto porque quiere mejor enfocar su energía en su trabajo para obtener su propia dignidad y el poder en su vida. El hecho de que el filme no se revuelca alrededor de una vida marginal, sino que nos cuenta una vida distinta, captura la diversidad de las personas. Biba es un personaje importante porque sabe lo que quiere y lo demuestra en la manera en que se desenvuelve en su vida personal y laboral, hasta en el camión todos los días. Siempre tratando de salir adelante sin importar los rechazos.
Ali, Haider no siempre puede expresarse con palabras, pero cuando baila, parece decirlo todo. ¿Cómo fue para ti comunicarte a través del movimiento?
Ali Junejo: Tienes razón, él no dice mucho. De hecho, cuando leí el guion y vi justo eso, me preocupé un poco porque no sabía cómo encontrar lo que él estaba buscando. Fue gracias al director, quien encontró la mejor manera en la que la coreografía podía ayudar a decir lo que no expresaba a través del baile. Yo estaba algo preocupado sobre eso porque no soy un bailarín, bailo horrible, pero entender eso me ayudó a lograrlo porque en las secuencias en las que Haider es libre, me identifiqué porque es justo cuando siente que tiene el poder de su vida y se esfuerza por hacerlo mejor. Hay una secuencia en la que él baila junto a otros chicos y la cámara los rodea girando. Hicimos tantas veces esa escena, muchas, pero no nos importó porque todos estábamos teniendo el mejor tiempo de nuestras vidas, entonces la repetimos muchas veces y se buscaba que ese momento reflejara algo específico que era importante para el crecimiento de Haider. Creo que esos fueron los momentos más honestos que pude entregar. Para mí, si no hubiera sido el baile, me hubiera esforzado en encontrar esa motivación porque la necesitaba para entender el personaje. Me siento feliz de que haya sido el baile el que me permitió encontrar eso que necesitaba Haider porque lo pude entender y darle la complejidad necesaria.
Rasti, tu personaje habla sobre deseo, sacrificios y opresión. ¿Qué crees que las mujeres sentirán al ver Joyland y el papel de Mumtaz?
Rasti Farooq: Honestamente, dependiendo de la vida que están teniendo en ese momento, dependiendo del día que tienen, pueden sentir cosas muy distintas y eso era algo que me tenía un poco aterrada. Pensar que mujeres de Pakistán o de mi ciudad irían al cine a ver la película y pensarían al final de mi personaje. Entonces, me preocupaba que no pudieran ver o entender a mi personaje y no las culparía porque lo que hace Mumtaz no es algo sencillo, sobre todo para ella, porque le está quitando algo a los demás aunque lo haga para ella misma y, de cierta manera, reclama lo que le pertenece, es de ella. Me mortificaba que no se viera de esa manera, que digan: "Esto es lo que les pasa a las mujeres" o "Este es nuestro futuro", pero es algo que yo no puedo controlar, lo que la mayoría de las mujeres van a sentir. Varias mujeres se han acercado a mí y me compartieron su confusión, y sé que esta confusión viene de un lugar de desconocimiento: "¿Por qué hace lo que hace?" Y tuve que aceptar no responder abiertamente porque sería deshonesto para el personaje que no buscaba dar respuestas. No quería justificarle al espectador la vida que ella había tenido para hacer válida para ellos su decisión.