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El director, dramaturgo y guionista Ingmar Bergman fue —y sigue siendo— una de las personas más influyentes en el medio audiovisual desde hace cinco décadas, gracias a su estilo único en el que mezcla la tragedia con la realidad de una manera elegante, pero desgarradora. Uno de sus títulos más celebrados fue la miniserie Scenes From a Marriage de 1973 en el que se dedica a analizar a una supuesta pareja perfecta que internamente escondía infelicidad.
Esta serie fue tan exitosa que se decidió editar sus seis episodios para convertirla en una película de 168 minutos la cual fue aplaudida internacionalmente y hasta ganó el Golden Globe a Mejor película extranjera. Este 12 de septiembre estrena en HBO su versión americana producida, escrita y dirigida por el israelí Hagai Levi (The Affair) que nos presenta a una pareja en los momentos más altos y bajos de su matrimonio, interpretada por Jessica Chastain y Oscar Isaac.
Mira es una ejecutiva ambiciosa mientras su marido Jonathan es un intelectual profesor de filosofía, ambos son entrevistados para un proyecto que trata de entender las claves que debe tener un matrimonio exitoso , pero desde el inicio sentimos la incomodidad de ella por poner una cara sonriente todo el tiempo aunque a él no le cuesta nada presumir sus logros cuando era novio, después esposo y ahora padre de una hija de cuatro años. La miniserie se desarrolla dentro de la casa en donde los cuartos, la sala y la cocina son testigos de las eternas conversaciones de sus días, frustraciones y emociones.
Aunque a primera vista parece que lo que tenemos es una propuesta teatral; este proyecto va más allá porque sabe jugar con cada rincón de la casa y utiliza ingeniosos movimientos de la cámara alrededor del cuerpo de los actores para hacernos sentir testigos de un matrimonio fracturado. Es una historia sobre personajes a los que vamos conociendo gracias a intensas conversaciones en las que poco a poco van perdiendo sus capas para quedar totalmente desnudos, haciendo a un lado la madurez que tanto se jactan tener y convertirse en niños berrinchudos que exigen amor y felicidad, pero que no se comprometen por miedos o egoísmos haciéndolos capaces de realizar las cosas más perversas a su pareja con tal de lograr su cometido.
Volviendo con la teatralidad que se respira en esta producción, me encanta que al inicio de cada episodio vemos a los actores entrar en escena donde el equipo de producción los llaman por su nombre real y justo cuando gritan acción nos sumergimos en el universo de Mira y Jonathan. El drama está a flor de piel y las miradas de tristeza nunca dejan de existir. Esta no es una serie para todo el público porque más allá de su ritmo, ver de la manera más natural posible el desmoronamiento de una pareja puede no ser lo que ciertas personas necesitan para terminar su semana.
Agradezco que los episodios salgan semanales ya que por más impresionantes que sean las actuaciones y los diálogos estén dotados de inteligencia, esta es una experiencia sofocante que no deja de escurrir dolor de sus poros y nace la incomparable necesidad de comparar tu relación actual o pasada con lo que plantea la serie dejándote pensar por horas sobre los errores cometidos y los momentos incómodos que hemos atravesado “en el nombre del amor”.