Una desconcertante mexicanidad que ni siquiera lucha por parecer ficción; todo puede suceder y estar presente en la contemporáneamente llamada CDMX. Gael García Bernal regresa a la dirección con su segundo largometraje, Chicuarotes, cuyos matices escarban en un campo ya explorado: la alborotada situación social del país. Presenciamos el futuro incierto de dos jóvenes habitantes de San Gregorio Atlapulco, pueblo originario de Xochimilco y donde se le dice chicuarote a una persona necia.
Pasaron 12 años para que Gael García Bernal volviera a trabajar detrás de la cámara. Después de su deslucido debut con Déficit (2007), el actor vuelve con Chicuarotes, una cinta filmada en San Gregorio Atlapulco, al sur de la CDMX.
En esta nueva entrega, Gael busca en las entrañas de la violencia social para encontrar su génesis y entenderla desde un punto más filosófico. Previo a su estreno en salas mexicanas y con una proyección especial en la selección oficial en el 72 Festival de Cannes, platicamos con el director mexicano sobre esta película protagonizada por Benny Emmanuel, Gabriel Carbajal y Leidi Gutiérrez.
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Existen muchas películas nacionales que hablan sobre la violencia en México. ¿Qué hace diferente a Chicuarotes?
Es una película con un planteamiento filosófico. Entre tantas cosas, betas, axiomas e hipótesis que queríamos explorar dentro de la cinta, la principal fue ¿de dónde carajos viene la violencia? Hay una impronta muy clara: no se trata de la pobreza material y económica, es acerca de la desesperanza y la falta de imaginación para emprender un mejor porvenir, de armar algo distinto a la situación tan agreste emocionalmente en la que viven estos personajes.
Foto: Cortesía Icunacury Acosta
¿Cuál es el origen de la violencia en nuestro país?
La fuente de esta violencia es, de alguna manera, la falta de amor. Por más que el gobierno, las instituciones o la comunidad hagan algo, si en el seno familiar hay una tremenda falta de amor, es muy probable que los hombres y las mujeres nacidos allí perpetúen la violencia. Viene del cuestionamiento: ¿cómo alguien que te puede caer bien, cómo un chavito, llega a ser de lo peor? Y dices “¡Carajo, aquí hay una falla brutal!”. En muchos casos no es justificable, pero sí entendible, cuando dicen que prefieren largarse a quedarse.
Se habla mucho de “están así porque quieren”, ¿crees que el mexicano está dispuesto a progresar?
Quiere salir, sobrevivir en una forma existencial, tomar acciones que le hagan ser. Si tuviera un entorno mucho más tranquilo, amoroso o cordial, esas decisiones serían otras. Pienso que sí es desesperanzador, pero por otro lado tenemos a un personaje como Sugehili (Leidi Gutiérrez), una chica que entiende algo más allá de la responsabilidad, es como una luz de esperanza.
Grabaste en San Gregorio Atlapulco, al sur de la Ciudad de México, que es un personaje por sí mismo. ¿Fue complejo aterrizarlo como locación central?
Las películas hay que hacerlas bien, dedicarles todas las ganas e ímpetu. Tomamos tiempo para que los diferentes factores de la película convergieran con ciertas decisiones. No conocía el lugar, me era lejano y ajeno, creo que para todos. ¿Qué es esto, en San Gregorio? ¡Vivimos aquí, es la ciudad! Solo había ido a Mixquic. Este sitio tenía su fama, ya cambió; antes era complicado entrar como foráneo, pero la gente confió en nosotros. Hicimos una red y comprendimos los límites de lo campirano frente a lo urbano.