Darren Aronofsky no es un director que haga películas fáciles. Ya sea adicción a las drogas (Requiem for a Dream), enfermedad terminal (The Fountain) o autolesión obsesiva (The Wrestler, Black Swan), aborda temas difíciles de frente, presentando profundos desafíos a su audiencia, especialmente a aquellos de disposición sensible. Y lo hace de manera brillante.
A pesar de ser una adaptación de una obra de teatro (del dramaturgo estadounidense Samuel D Hunter) y ambientada casi en su totalidad en un solo lugar, The Whale no es una excepción. De hecho, tiene el mayor parecido con The Wrestler de 2008, aunque en lugar de una lucha libre suicida, es el aumento de peso extremo y el aislamiento social lo que define a su personaje principal. Es un tutor universitario afligido —y destinado a un apartamento— llamado Charlie (Brendan Fraser), que está desesperado por volver a conectarse con su hija antes de que su corazón enfermo se detenga.