Brett Goldstein: De escritor a actor en la nueva temporada de Shrinking
Foto: Cortesía
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Entrevista con Brett Goldstein por Shrinking

El ganador del Emmy nos revela cómo terminó interpretando un papel clave en Shrinking y su conexión creativa con Bill Lawrence.

Stivi de Tivi
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Brett Goldstein es un actor, guionista y comediante británico reconocido internacionalmente por su papel como Roy Kent en la aclamada serie Ted Lasso, por el cual ha ganado dos premios Emmy consecutivos. Brett se ha consolidado en Hollywood gracias a sus constantes colaboraciones con Bill Lawrence. Una de ellas es la serie Shrinking, cuya segunda temporada acaba de estrenarse en Apple TV+.

Aquí seguimos a un hombre viudo que debe criar a su hija adolescente mientras trabaja como terapeuta. Jason Segel es creador y protagonista, compartiendo pantalla con la leyenda Harrison Ford. En un reciente episodio, descubrimos que Brett Goldstein tiene un importante papel en esta nueva temporada. Por esto platicamos con el actor para conocer más sobre cómo surgió esta idea.

¿En qué momento decidiste no solo escribir y producir Shrinking, sino también interpretar un personaje importante en esta segunda temporada?

Nunca fue mi idea unirme al elenco. Yo estaba muy feliz escribiendo para la serie y me parecía que el elenco era increíble, así que no creía que necesitaran de mí. Habíamos creado este personaje y, cuando comenzamos a filmar el primer episodio de la segunda temporada, no habíamos encontrado a quien lo interpretara.

Jason Segel y el productor Bill Lawrence me llamaron a su tráiler y me propusieron que fuera yo quien lo hiciera, que sería lo mejor. La verdad, lo dudé mucho, pero me pidieron que lo pensara. Al día siguiente, Bill me envió un mensaje muy lindo que decía que, si yo creía que no podía hacerlo, él me apoyaba. Entonces dije: “¡Claro que puedo hacerlo!”, y acepté. Ahora estoy muy feliz de haberlo hecho, pero fue Jason quien tuvo la idea.

Cuéntame cómo conociste a Bill Lawrence y cómo ha sido esta colaboración, ya que han trabajado juntos en varios proyectos.

Es chistosa mi historia con Bill. Durante años estuve haciendo pilotos. En Los Ángeles hay una temporada en la que todos los estudios producen pilotos de programas nuevos, y ese año fue mi primera vez allí. Me sentía afortunado porque tuve una audición para un show de HBO. Me quedé, lo filmamos y era genial, pero al final el programa fue rechazado. Ahí descubrí cómo funciona esta industria.

Decidí regresar a Londres para trabajar en otras cosas. Al siguiente año volví a intentarlo en Los Ángeles. En una audición estaba en un cuarto muy pequeño junto a un director de casting. No había cámaras ni nada. Me dijo: “Lee tus líneas”. Me sorprendí porque no iba a grabarme, pero él respondió: “No te conozco y no quiero perder tiempo; solo quiero escuchar cómo sonarían los diálogos”.

Hice la lectura y me dijo: “Oh, eres bastante bueno”. Me preguntó qué hacía en una hora. Yo respondí: “Nada”. Entonces me dijo: “Te voy a poner en un cuarto con los productores de este show”. Así fue como conocí a Bill Lawrence y su equipo. Audicioné para él, nos caímos muy bien, y me dieron el papel. Hicimos el piloto y pensé que ya tenía trabajo para siempre. Pero, otra vez, fue rechazado por las cadenas.

Aunque estaba enojado, Bill y yo seguimos en contacto porque compartíamos la misma sensibilidad. Cada vez que iba a Los Ángeles tratábamos de vernos. Tiempo después, él fue a Londres y me marcó: “Estoy trabajando en un show que está por empezar. Es sobre fútbol. Necesito a alguien inglés en el cuarto de escritores, y a ti te gusta el fútbol. Ven a trabajar conmigo”. Ahí conocí a Jason Sudeikis, y el resto es historia.

¿Por qué te gusta hacer llorar y reír al público con tu trabajo?

Creo que, de forma subconsciente, esa siempre es la meta. Me gusta contar historias que involucren situaciones emocionales. Si te fijas, suelo hablar de cosas que parecen no ser importantes, cosas muy normales.

Me interesa escuchar historias, pero si alguien me cuenta algo demasiado intelectual, pierdo interés rápidamente. Lamento hacer llorar al público, pero a la vez me encanta porque significa que les importa el personaje, y eso también demuestra que a nosotros nos importan. Queremos que el público sienta eso, aunque no nos sentamos en la sala diciendo: “¿Cómo los haremos llorar?”. Todo surge de forma orgánica.

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