Lo que reina en las sombras de Bernardo Ruiz
Foto: Cortesía de la producción
Foto: Cortesía de la producción

Entrevista con Bernardo Ruiz

Platicamos con el documentalista sobre Lo que reina en las sombras, su más reciente producción

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En su primer largometraje documental, Reportero (2012), Bernardo Ruiz retrata la encrucijada que viven los periodistas en el norte del país, atrapados entre el crimen organizado, su ética profesional y las autoridades que se supone deben protegerlos. En Lo que reina en las sombras, su nueva producción, el director mexicoamericano explora de nueva cuenta las consecuencias del tráfico de drogas, pero esta vez desde la perspectiva de tres personajes cuyas vidas e historias han sido marcadas por la violencia que genera este negocio.

Con Reportero (2012) abordas el tema del narcotráfico desde la perspectiva del periodismo, en Lo que reina en las sombras te acercas de nuevo al tema pero desde una óptica distinta. ¿Qué te motiva a continuar explorando este fenómeno?
Precisamente el trabajo de Reportero me llevó a Lo que reina en las sombras. Aprendí mucho en esa producción, me enteré de otras historias, sobre todo de las desapariciones en México. Las semillas de esas otras historias fueron sembradas en mi mente y buscaba hacer un trabajo en el que pudiera incluir esas voces y experiencias para hacer un panorama distinto.

¿Cómo entras en contacto con estos tres personajes?
Cada cineasta, realizador o periodista trae una historia en su bolsillo que te hace pensar: “en el momento adecuado haré aquella historia”. En mi caso fue la historia de don Henry Ford, el vaquero traficante. Cuando empecé a trabajar esta película decidí que él tenía que ser una pieza de este mosaico.

Me enteré del trabajo de la hermana Consuelo (otro personaje) en Monterrey a través de unos amigos periodistas y me impactó mucho. Tenía dos piezas muy importantes y buscaba un puente narrativo entre los dos. Mis colegas me dirigieron hacia Óscar, la verdad es que eso fue pura suerte. Con esas tres piezas supe que tenía el material crudo para una película.

Estas historias son parte de un conflicto que evoluciona todos los días, ¿cómo eliges en qué momento dar por concluido el proyecto?
Para mí no se acaba la historia. Seguiré trabajando el tema con otros proyectos, pero termino la película en un momento en el que creo que México llegó a un punto clave en el tema de desapariciones. 

La cinta nos lleva al interior de varios organismos de seguridad, desde la Fuerza Civil de Nuevo León hasta el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. ¿Qué tan difícil fue obtener acceso a estas corporaciones?
La verdad el trabajo duro de esta película fue en cuestiones de acceso y preparación. Con el Departamento de Seguridad Nacional había intentado conseguir acceso anteriormente para Reportero y no lo pude conseguir. En este caso accedió Óscar, quien es agente, y eso me abrió una puerta. No hubo restricciones en cuanto a material pero hay algunas cosas, como detalles del trabajo encubierto, que no pude tocar por razones de seguridad.

De alguna forma cada uno de los personajes rompe con un estereotipo, ninguno de ellos es lo que parece a simple vista. ¿Desde el inicio te planteaste esta idea de desmontar prejuicios o fue algo que surgió durante la filmación?
Cada persona que estudia el tema del narco aprende rápido que no todo es lo que parece. A veces la persona de negocios tiene las manos sucias y quien pudiera ser narcotraficante no tiene nada que ver. Este esquema de romper con estereotipos viene de mi experiencia como realizador. Cuando conocí a Óscar la primera vez lo vi entrar a un café, no creía que era agente federal; era un hombre lleno de tatuajes que parecía un biker o pandillero estadounidense. Quería que el espectador tuviera esa misma experiencia.

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