Nacido en Burgos, España, Diego Quemada-Díez estrena La jaula de oro, su debut en el largo de ficción. La película ganó el premio Un Cierto Talento en el Festival de Cannes 2013, además del Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Ahora compite en 14 categorías en la 56 entrega del Ariel, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor (Brandon López).
Se trata de una aventura de vida o muerte contada a través de unos adolescentes cuya meta es llegar a Estados Unidos. Es, también, la desmitificación del llamado "sueño americano".
Diego trabajó como técnico con algunos de los directores más representativos, como Spike Lee u Oliver Stone, además de con González Iñárritu y Fernando Meirelles, y sobre todo con el inglés Ken Loach, quien más ha influenciado esta película.
¿Qué puedes contarnos de La jaula de oro?
Es una historia de un grupo de adolescentes que salen a realizar sus sueños, puede ser en EU como podría ser cualquier otro lugar. Sin embargo, lo importante es lo que aprenden en el camino, a través de todos los obstáculos, a través de la amistad y los valores humanos. El contexto migratorio es importante, pero también queremos plantearlo como un viaje humano universal, con una historia muy bella e inspiradora. No es una película más de migración.
Vi tu primer corto, A Table Is a Table, hace bastante tiempo. Me gustó la idea de usar el lenguaje como forma de aislamiento. 13 años después, ¿qué tiene que ver todo aquello con tu película?
Ahora lo que quería hacer era lo mismo pero en sentido contrario. El personaje indígena habla otra lengua, el tzotzil, y la idea era entenderlo y sentirlo más allá de las lenguas. A pesar de que no la hablas (y de que no está subtitulado), tú entiendes a esta persona, te das cuenta cuando se enoja, cuando está enamorado. A nivel de lenguaje yo hablaba de lo que aislaba, como metáfora del arte, pero aquí quería hablar de lo contrario, de cómo a pesar de tener diferentes lenguas te entiendes. Ahora es más de lo que nos une que de lo que nos separa.
Más allá de lenguas, nacionalidades o razas, somos seres humanos. ¿Cómo articulo esa idea?
A través del conflicto de un mestizo que cree en el sueño americano, y un indígena que tiene una cosmogonía completamente diferente. A través de ese choque de razas, lenguas y culturas se va provocando una transformación del mestizo individualista y materialista. Es el viaje tanto externo como interno del héroe.
El filme va mucho más allá del contexto en que se desarrolla. Al fin y al cabo, es siempre la misma historia, como en la Odisea: llegas, el destino se te desmorona, y lo importante es el camino, lo que aprendiste; como la vida: lo importante no es que nos vamos a morir, lo importante es el proceso de la vida.
Ya llovió desde aquel lejano 2001 en que hicieras tu primer corto, ¿por qué hasta ahora tu primer largo?
Yo quiero hacer películas desde niño, desde que vi Shane, de George Stevens. Me acuerdo que lloré como una magdalena. No sabes nada de la historia del protagonista, y fue un poco la inspiración del personaje indígena de Chauk, que no sabes ni de donde viene ni a donde va. Me dije: yo de mayor quiero hacer sentir a otros.
No es fácil llegar a hacer películas. No tenía el apoyo de mi familia porque pensaban que estaba loco, a parte tenía que ganar dinero y empezar a trabajar, y entonces lo que hice fue empezar a trabajar de chico de los recados: el que lleva las aguas y los cafés. Fui subiendo la escalera, con la esperanza de un día dirigir mis películas. Me fui a Estados Unidos a trabajar con Isabel Coixet en Cosas que nunca te dije, un poco como excusa para irme. Al morir mi madre me dije: ya no vuelvo. Era muy cercano a mi madre y necesitaba cambiar de lugar. En Estados Unidos compré papeles falsos en MacArthur Park; obviamente el viaje de un migrante europeo es muy diferente, aunque también las pasé muy bien.
Empecé a ir a México porque la cultura anglosajona a veces te hace sentir un poco vacío, y me enamoré del país y al final me vine aquí a vivir, y me nacionalicé mexicano.
¿De dónde surgió la idea de hacer esta película?
Estaba haciendo un documental en Mazatlán, conocí a un taxista, nos hicimos muy amigos y me invitó a vivir a su casa con su familia. Él vivía sobre las vías del tren y todos los días venían los migrantes. Fue ahí que empecé a recopilar sus testimonios con la idea de contar sus historias. Luego pensé en contarla a través de niños después de que vi In This World, de Michael Winterbottom, y dije: voy a tomar lo mejor de la ficción y lo mejor del documental.
¿Cine mexicano vs el gran gigante gringo?
Es un maravilla. Yo se lo debo todo a México, y al hecho de que aquí se está apostando por hacer un cine que está fuera de los cánones industriales de Hollywood.