Por vacaciones, trabajo o diversión, de alguna manera hemos dormido en algun hotel. Cada que volvemos, la limpieza está hecha por arte de mágia. Para gozar de este privilegio deben de suceder cosas turbias, que la comunidad hotelera mantiene bien guardada. Al igual que Tiempo compartido (2018) —la increíble cinta de Sebastián Hoffman—, la directora Lilia Avilés debuta con La camarista, en la que muestra de manera casí documental, la miseria, la soledad, el estrés y los tratos que reciben los empleados de los hoteles de lujo.
Los anhelos de una joven trabajadora de un hotel de lujo en la CDMX son el detonador de la historia que presenta Lila Avilés en su ópera prima La camarista, película mexicana que ha tenido un exitoso recorrido por festivales de cine.
La actriz Gabriela Cartol (nominada al Ariel a Mejor actriz) interpreta a Eve, una callada e introvertida camarista que se dedica todo el día a limpiar las habitaciones del piso 21 de un hotel, y quien entre sus labores cotidianas, conoce a personas que podrían modificar su entorno: sueña que las cosas serán mejores. Conversamos con la directora sobre los detalles de esta película que por fin estrenará en salas comerciales.
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¿Te imaginaste que La camarista iba a tener tanto éxito en festivales de cine?
No, de hecho, cuando estaba filmando no me la creía. Había una emoción muy profunda, pero nada más por hacer la película, porque uno deposita mucho tiempo en el sueño de querer hacerla. Y aunque una conoce milimétricamente la película, no es lo mismo cuando la ves con el público real; para mí fue de los momentos más bonitos de mi vida. Y luego si ves que conecta por algún motivo con el público, es una sensación muy bonita. Espero que ahora con el estreno lleguemos a más personas.
Con La camarista enfocas la mirada en un tema poco analizado, la desigualdad laboral. ¿Este aspecto surgió de manera colateral?
Surgió de una forma muy honesta, el detonador fue un libro de la artista visual francesa Sophie Calle. Ella se metió de camarista en un hotel en Venecia y tomó fotos de huéspedes. De ahí nació la semilla de hacer esta película, pero no con la idea de imponer una visión particular. El proceso de La camarista, que primero fue una obra de teatro y luego una película. Y en esos siete años se contruyó la historia.
¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir esta historia?
Me interesaba platicar con la gente, tener su punto de vista. Ahí me di cuenta de que no me interesaba hacer una historia sobre las aventuras de la camarista, y en ese proceso encontré como tema recurrente la soledad y la ausencia. Así que Juan Carlos Marquez, el coescritor, y yo vimos que el camino para el guión sería el personaje de Eve y ella la llave que nos abriría la puerta a esta película. Lo que nos hizo entender el filme fue seguir al personaje, porque ahí estarían las historias. Como yo vengo del medio teatral, donde los procesos son largos, quería que la película surgiera de algo fidedigno.
Foto: Cortesía Cine CANÍBAL
La cinta llega a parecer un documental…
Sí, aunque todo es ficción. No sé si todas las películas que algún día haga tendrán un corte hiperrealista, pero en esta sí existió una búsqueda con sentido de realidad. Me interesaba hacer un filme con detalles verdaderos.
¿Cuáles fueron los retos de filmar en un hotel?
No hubo tantas dificultades porque filmamos en pocos días, en una locación donde no estábamos solos. Desde que comenzamos me hice una idea de lo que quería, aunque al final hubo escenas que ya no quedaron por cortes de edición.
Una de las cosas más interesantes es que se visualiza a personajes que regularmente se mantienen ocultos en un hotel.
¡Claro! En estos hoteles hay todo tipo de personas, me hace pensar que hay todo un ejército atrás. Lo importante es que la película habla de eso, de la invisibilidad, pero también de los prejuicios. A veces catalogamos a las personas y en el fondo, con su propia historia o cultura, tienen su propio punto de vista sobre el tema. Me gustaría seguir contruyendo historias en las que el malo no es malísimo ni la camarista es una santa.
Muestras este mundo oculto de una forma muy vouyerista, ¿por qué ese enfoque?
En el proceso de creación del guión sucedió que, como nunca había hecho una película antes, tenía una especie de libertad y una intuición que me decía: "no quiero la cámara con tanto movimiento, quiero darle acción al juego actoral más que a la cámara". Me interesaba que el espectador acompañara a la protagonista, que no fuera una vista lejana, sino que fuera con ella. En ese sentido contruimos la película, con el director de fotografía Carlos Rochini, de una forma muy sana. Platicamos antes de filmar y lo que me gustó es que él ha trabajado el documental.