El australiano Adam Elliot ha conquistado el mundo de la animación con su inconfundible estilo en stop-motion y su capacidad para dar voz a personajes marginados. Desde su corto ganador del Óscar, Harvie Krumpet, hasta la entrañable Mary and Max, su cine combina lo absurdo, lo tierno y lo trágico, siempre con un toque de humor melancólico.
Su nueva película, Memorias de un caracol, sigue esa línea: una historia de soledad, resiliencia y conexiones improbables, protagonizada por una carismática caracola llamada Grace. Platicamos con Elliot sobre este filme animado, nominado al Óscar, que recientemente llegó a la cartelera mexicana.
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Siempre haces películas sobre personas marginadas. ¿Hay alguna razón en particular para esto?
Es muy interesante porque nunca lo había pensado conscientemente hasta hace algunos años. He estado haciendo películas durante 29 años, y siempre se tratan de personas marginadas, inadaptadas, que son extrañas o excéntricas. Al final, me di cuenta de que es por mí. Nunca he sentido que encajo; siempre me he sentido inadaptado. He pasado por periodos de baja autoestima y dudas sobre mí mismo. Estas historias y personajes son solo una extensión mía. Incluso ahora que estoy en Hollywood y voy a los premios Óscar, no siento que pertenezco, y no sé si alguna vez lo haré. Por eso me gusta contar historias sobre gente que se siente como yo.
Creo que esa es la razón por la que el filme conecta con tantas personas en el mundo, porque todos, en algún momento, nos hemos sentido como si no encajáramos. La soledad es una experiencia humana universal. Mis personajes son reales, y eso hace que la gente se relacione con ellos. Queremos ver filmes con los que podamos identificarnos y despertar empatía. Por eso la empatía es tan importante, y siempre trato de poner a la audiencia en los zapatos del personaje para que puedan reconocerse en ellos.
Adam, sé que tienes una condición física. ¿Podrías contarnos un poco sobre eso?
Claro. Nací con un temblor fisiológico; todo mi cuerpo se sacude un poco más de lo normal. Mi madre lo tiene, mi abuelo lo tenía, es algo hereditario. Esto significa que nunca podré enhebrar una aguja, me cuesta trabajo dibujar una línea recta o un círculo perfecto. Desde niño, todos mis dibujos tenían esta imperfección, pero con los años aprendí a abrazarla y a no sentirme avergonzado como antes. Es una parte de mí con la que he aprendido a vivir y de la que ahora estoy orgulloso, justo como mis personajes, que tampoco son perfectos.
Quiero decirle a las personas que acepten quiénes son. Es un poco como el defecto que tiene el personaje principal en su boca; lo incluí para celebrar nuestras cicatrices e imperfecciones.
¿Esta condición influyó en tu estilo visual?
Sí, definitivamente. Mi estilo visual también refleja esa imperfección. Si te fijas, todo es un poco irregular, sin geometría exacta, como si cada elemento hubiera sido tomado de la tierra. Eso es lo que me gusta de la animación cuadro por cuadro: crear cosas tangibles, con textura, no imágenes generadas por computadora, que suelen ser demasiado pulidas. Quiero que mis filmes se vean hechos a mano, que tengan esa crudeza.
A veces es complicado, porque los adultos que contrato para ayudarme siempre quieren hacer escenarios perfectos, objetos simétricos, y yo les digo: “¡No, no, no, está demasiado bonito! ¿Puedes hacerlo más feo?”. Es extraño pedir que algo sea imperfecto, pero es parte de mi estética.
Hablemos de Grace. ¿Está inspirada en alguien real?
Sí. Grace está inspirada en una amiga que nació con un problema en el labio y, desde muy pequeña, tuvo muchas operaciones. En la escuela fue acosada y le hacían burlas, pero creció y se convirtió en una exitosa diseñadora de modas que vive en Londres. Me fascina cómo logró superar todo el trauma que sufrió de niña. Hay mucho de ella en este personaje.
También está la influencia de mis padres. Mi papá era un gran coleccionista y mi mamá aún lo es. Siempre me ha intrigado por qué alguien se apasiona tanto por acumular objetos y llenar su casa de cosas que no necesita. Al investigar, descubrí que muchas personas con tendencias acumuladoras están lidiando con una pérdida profunda. Todo eso se refleja en Grace.
¿Para quién haces tus películas?
Nunca me habían preguntado eso. Las hago para mi mamá, lo cual es un regalo muy caro. Solía decir que mis filmes eran para todos, pero con el tiempo acepté que no son exactamente para niños. Me ha sorprendido ver que Memorias de un caracol ha resonado con adolescentes, quizás porque después de la pandemia, muchos jóvenes experimentaron soledad y aislamiento.
Al final, mis películas se descubren solas. Cada año, recibo mensajes de personas que acaban de encontrar Mary and Max. Es hermoso saber que siguen conectando con nuevas audiencias con el tiempo.
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