5. Su realismo
Aunque ya existen documentales sobre el desastre de Chernóbil, como La batalla de Chernóbil (2006) o En la ciudad del fin del mundo (2013), ver la puesta en escena que se realiza en esta miniserie es abrumador y muy necesario para entender el nivel de la catástrofe.
Desde los escenarios y vestuario que nos adentran en la época, hasta detalles de cómo los niños de la URSS iban a la escuela de lunes a sábado, a esta serie no se le escapa nada y relata casi todo con un apego minucioso a la realidad.
Quizá la mayor libertad creativa que se toma es la creación del personaje de la científica Ulana Khomyuk, quien representa a todos los científicos que ayudaron a entender el accidente.