Quizá no todo el cine deba ser revolucionario, pero sí aspirar a decir algo. Mucho del cine comercial mexicano tiende no solo a las fórmulas más comunes sino a las ejecuciones más simplonas. Tratan a la audiencia casi con desprecio, asumiendo que es lo que merecen. Aunque Corina sí retoma los arcos del héroe más usados, se dirige a nosotros con respeto e inventiva, y con una Naian González Norvind francamente encantadora. La evolución de Corina, aunque formulaica, se siente victoriosa. Te dan gusto sus triunfos, sus momentos en que finalmente toma la palabra y se alza sobre los demás que solo la desprecian.
Quizá el mensaje final sea vencer nuestros miedos, pero también es una dignificación por aquellos cuya tenue voz es suficiente para generar escándalo y cambiar las cosas.