Jules: el mejor secreto nocturno

Baja las escaleras de un sótano para descubrir el bar del que todos están hablando…en secreto.

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Cruza un restaurante hacia la cocina, abre la puerta de un refrigerador y baja las escaleras de un sótano para descubrir el bar del que todos están hablando...en secreto.

No te diremos dónde queda. Lo sentimos. Oculto e íntimo lo describen bien, pero no pienses en algún bar clandestino e ilegal del Centro, como El Hoyo, la taquería de día/bar de noche; o la vecindad donde se venden libros pero que también ofrece alcohol y drogas conocido como Las Escaleras, o el llamado Café Internet. Esto es otra cosa, otro nivel: es un secreto VIP. Este misterioso establecimiento, de nombre Jules, pretende darse a conocer únicamente de boca en boca entre un selecto y conocedor círculo social de la capital.

Desde su inauguración en enero de este año, Jules se jacta de ser el primer speakeasy en México. Los speakeasy eran bares escondidos que vendían bebidas alcohólicas durante la época de la prohibición de Estados Unidos entre 1920 y 1933. Con el paso de los años, lo que alguna vez fueron una suerte de guaridas secretas para beber, posteriormente se convirtieron en refinados y exclusivos espacios de reunión.

Estos bares de prestigio en las grandes ciudades, como el Club 21 en Nueva York, llegaron a tener clientela tal como los presidentes de Estados Unidos, o estrellas como Frank Sinatra. Con tales pretensiones, Jules pone la vara muy en alto en torno al ideal por el cual fue creado. A pesar de escuchar buenos comentarios al respecto, antes de visitarlo personalmente, era difícil imaginar que podría llenar el saco en el que se había metido a sí mismo. Pero después de conocerlo, hay que admitir que lo logra y con creces.

Todo gira en torno a su concepto. No se trata de elitismo, sino de mantener un espacio cómodo, en el cual la gente que esté presente pueda disfrutar de un buen cóctel, buena música y buena compañía en un ambiente relajado. "Si haces una fiesta en tu casa, ¿a quiénes invitas? A tus amigos", plantea Gerardo Salgado, uno de los socios del lugar. Y precisamente, estar en este lugar es como si estuvieras en la sala de la casa de un amigo. Olvídate del intenso que llega a ligar mientras estás platicando con tus amigas o esos aplastones, pisadas y tragos derramados para desplazarte de la barra al baño.

En la entrada no encontrarás cadeneros (sólo comensales del restaurante de arriba confundidos de ver gente entrar a un refrigerador y no salir de él sino hasta horas después). El acceso es para insiders con nombre en la lista de invitados o con reservación. Siguiendo esa línea de misterio, para hacer la reservación necesitas conocer a las personas indicadas que sepan sobre él. Pero los curiosos -y valientes- que osen entrar atraídos por descubrir qué hay detrás de el refri, como algunos ya llaman a este bar, también son bienvenidos. Siempre y cuando el lugar no esté lleno hasta una capacidad que pueda incomodar y romper con su concepto, te toparás con algunas caras confundidas bajando las escaleras, asombrados de lo que encuentran ahí.

El diseño del establecimiento corre a cargo del franco mexicano Emmanuel Picault y el francés Ludwig Godefroy, arquitectos detrás del M.N. Roy, quiénes junto con los socios del lugar, Gerardo Salgado, Alfredo Luengas y David Hernández, pensaron hasta en el más mínimo detalle. El diseño gira en torno a una catacumba subterránea donde predomina el blanco y el negro y cuyas mesas son cajas de cristal que contienen enormes cráneos. Las paredes, recubiertas de cuero, forman un efecto tal que, al ser vistas desde un ángulo, son negras, desde otro son blancas. El techo y la barra están cubiertos de pequeñas pirámides, que asemejan la textura del tronco de una ceiba, el árbol de la vida según la cultura maya: el contraste entre la vida y la muerte coexistiendo en el mismo espacio.

Una vez que dejes de admirar el diseño, es momento de enfocarte en otro punto fuerte del lugar: la coctelería. Mezclas originales en las que destacan las infusiones y jarabes hechos en casa que se diluyen con licores para realzar sabores y satisfacer con texturas únicas a los paladares. Como pretenden ofrecer coctelería refinada, entre las "reglas" del lugar -que se pueden leer en el menú- están nunca pedir un Jagermeister, bebidas energéticas, o un Cosmo... y no esperes que te preparen una simple cuba con Bacardi porque ni siquiera manejan esa marca.

La mente detrás de estos tragos es Jay Kuehner, mixólogo profesional que lleva más de 15 años trabajando detrás de la barra de bares como el Sambar en Seattle. El trago de la casa, la Falda Escocesa, es una mezcla de Hendricks con Drambuie, jarabe de rosas y agua tónica. Entre las demás creaciones está el Mezcal Negroni (coctel a base de mezcal Semillero, infusión de Campari con canela y chile de árbol, vermouth Punt e Mes y bitters de naranja y café) para paladares acostumbrados a bebidas más fuertes. ¿Prefieres un whisky? Es indispensable que le pidas al jefe de barra, Felipe, que te prepare un Old Fashioned como él sabe: una explosión de whisky y sabores a madera y naranja quemadas con un toque de bitters y avellana difícil de igualar.

Si te da hambre, la carta de alimentos creada por Kazu Kumoto, chef del Torobi, es limitada pero cumplidora; finger food sencilla pero deliciosa como edamames y mini hamburguesas (que consideramos dignas contrincantes de nuestras favoritas del Félix).

Pasan las horas y los tragos mientras escuchas temas de bandas del estilo de The XX, Radiohead, The Whitest Boy Alive, Spoon y Feist, musicalizando tu plática sin mucho estruendo y ayudando a construir ese ambiente chic casual ideal para empezar la noche. No pretendas llegar tarde y agarrarlo de after, el lugar cierra sus puertas -la puerta del refrigerador mejor dicho- a las dos de la madrugada, por lo que es recomendable hacer tu reservación para llegar alrededor de las nueve de la noche.

Revelar su ubicación arruinaría todo el concepto, pero si sabes dónde está, definitivamente es momento de ir a visitarlo, y si no lo sabes, es hora de investigarlo y comenzar la búsqueda.

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