Rompieron el patrón del bar secreto y jugaron una carta más sofisticada: ser un club social para beber. Pero lejos de que este concepto intimide, se portan de manera amistosa y cualquiera puede ingresar con reservación o con un pin de cliente frecuente. Así, Yellow Bird Bar aterriza en el sótano de una casa porfiriana para recibir a exploradores cocteleros.
Tan estrecho como pasillo de tren y tenuemente iluminado, el interior se siente íntimo y a la vez divertido (señala a la bola disco y a la máquina de frappés). Hay dinamismo tras la barra con la presencia de los bartenders y socios Ricardo Sandoval (ganador World Class México 2014), Braulio Hernández (Madre Café) y Rodrigo Valdéz, mientras en una repisa yacen barricas que añejan nueve cocteles clásicos y un refri retro con cocteles al vacío— casi congelados y sellados en bolsa—.
Tres cosas que llevan el mismo nombre: el bar, la canción del Arthur Lyman (1957) y este trago: yellow bird luce coqueto en un vaso en forma de ave y deja toques de sabor caribeño gracias al ron con jugo de piña, galliano (licor de hierbas) y crema de banana. Este último elemento le da cuerpo y aroma mientras las piezas herbales equilibran el dulzor.
El blue demon soda resulta burbujeante gracias al prosecco, tropicaloso con curaçao azul chillante y vodka en un vaso que simula una tina; échale el dulce acidito de limón que te dan y bébelo en cuanto se deshaga como jabón en el agua para saborear la efervescencia. Necesita algún otro ingrediente que le dé punch, pero es buen show.
No tendría problema en cambiar mi matcha mañanero con el verde limón de Yellow Bird Bar: el té lo mezclan con jugo de limón verde, un agridulce jarabe de lemongrass y vodka aromatizado con hierbas (*guiño*). Sin complejidades y nada atiborrante, pasa tranquilo por el paladar.
Así como los tragos son una investigación en brebajes, el menú de comida lo es sobre la cocina mexicana. Ni más ni menos que Tierra Adentro para servir jilotes con chapulines o crujientes croquetas con un alioli de ajo, antojitos a punta de lanza.
En suma, Yellow Bird Bar es un espacio juguetón que no le teme a experimentar, cuyo motor es la diversión y el reconocimiento de que hay que estar en constante aprendizaje si se quiere sobresalir en la selvática vida nocturna de una metrópoli.