Wave

Cuando me contaron del Wave, no pude sino emocionarme. Un bar dedicado no sólo a la música ochentera, sino a representantes del post-punk, new wave y a David Bowie se escuchaba como un paraíso para mis oídos, hartos del deep house y el rock indie fresón que suele escucharse en los bares de la Condesa.

Sin embargo, mis ansias de sentirme en un concierto de Blondie disminuyeron cuando llegamos al Wave. La gente amontonada en la acera no era una buena señal.

El espacio es miniatura. Abrirnos paso esa noche para llegar a la barra implicó codazos y empujones. En una pared se proyectaban videos, que se veían cortados porque el sitio no es lo suficientemente grande para el tamaño de las imágenes que emite el proyector contra una pared.

Por otro lado, la coctelería es un alivio. Las mezclas tienen nombres de canciones y son cumplidoras y refrescantes, aunque un tanto simples si se piensa que están inspiradas en nada más y nada menos que Ziggy Stardust. Elegí un Major Tom, con gin, toronja, romero, uva y manzana. No me llevó a las estrellas, Houston.

Lo mejor de la noche llegó en forma de una canasta de fish & chips. Los filetitos de pescado rebozado se sirven acompañados con mantequilla, con unos gajos de papa gruesos y gigantescos; tan divinos como la opción callejera que encontrarías en una calle de Londres.

Un alivio: entrada la noche fue cuando resonó Ashes to Ashes y canciones new wave. Quizá si el lugar fuera un poco más grande, el concepto tendría más sentido. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con el busto de dios (Bowie), quien nos observa bondadoso mientras bebemos nuestras cervezas artesanales.