Si la avenida Tamaulipas pudiera hablar, tendría mucho por revelarnos sobre los lugares que han formado parte de la vida nocturna en la Condesa. Pero es nuestro deber como citadinos y noctámbulos descubrir aquellos sitios que incitan a probar nuevas experiencias. Ejemplo de ello es el misterio que aguarda Warhol, un speakeasy cuyo acceso está desnudo a la vista a pesar de tener la dirección exacta abierta al público.
Al hacer reservación te pasan un código, mismo que se da en la entrada para posteriormente atravesar un pasillo y subir las escaleras. La idea de estar rodeado por paredes de concreto se desvanece al instante gracias a una luminosa puerta de refrigerador cuyo distintivo son botellas de cerveza etiquetadas con Warhol.
Primer paso, segundo piso: la terraza con bar. Coctelería de autor del mixólogo Alonso López Trujillo; uno de los más pedidos es el orange disaster con gin, jugo de limón, naranja y albahaca macerada. Para tonos ahumados en la bebida está el self portrait con mezcal, jugo de limón, kiwi y menta. Este spot tiene su propia ambientación tanto en música como en diseño, donde el acabado del tabique rojo y las plantas colgantes dan esencia de una casona tradicional. La amiga que me acompañó y yo concordamos en que es el espacio ideal para llevar a alguien en la tercera cita.
Una vez entrada la noche y el calor de los tragos, es momento de bajar a la pista y acercarse a la tornamesa que envuelve el área con beats de música electrónica. A un costado se ilumina la barra entre el reflejo de botellas y la luz azul sobresaliendo ante los cuadros tridimensionales de madera. Si la sed persiste, el warhola resulta prometedor, a base de vodka, cerveza de jengibre, jugo de limón y menta, servido en una coqueta jarra de cobre.
Cuando la energía del fin de semana se acerca y la búsqueda por algo diferente no deja de zumbar en la mente, se agradece que haya opciones por desentrañar con un bonus de que no hay cover. Y no, no están las pinturas del padre del pop art.