Dentro del restaurante Central Brasserie, te recibe un bar elegante, con gustos de otra época. Su nombre es Le Bar, aunque no lo leerás por fuera. Es una máquina del tiempo, con los espacios interiores te han llevado a un París de los cincuenta, muy distante al Masaryk actual.
La barra destella con brillos dorados, al centro está una barra larga con bancos forrados con piel de leopardo, todo iluminado por un candil. Luego están los sillones, con detalles de leopardo y respaldos extremadamente cómodos y frente a ellos, la mesa tenuemente iluminada con una lámpara parisienne.
El servicio es tan atento como rápido, sin chistar te recomendarán un martini, las especialidades de la casa. Puedes pedir uno de pera o de litchi, con aromas a coco, pero, la joya de Le Bar es el martini de champaña, no tan dulce y muy cítrico, el gas de la champaña te refresca de inmediato. Viene con un twist de limón que flota en la copa, la combinación perfecta de lo clásico con lo elegante.
Seguro te dará hambre y es mejor que así sea, porque, la cocina tiene mucho que decirte en este lugar. Prueba las croquetas de ostión al vino blanco, son seis piezas calientes y crujientes que sueltan su sabor lentamente en la boca, o bien, pregunta por el especial del día. Con suerte, te toca el pulpo a las brasas con puré de papa, una técnica perfecta de su cocina.
Le Bar te ofrece la posibilidad de compartirlo con los amigos, de tener conversaciones largas que sin duda tendrán algo que ver con el trago que pediste. También, puedes crear una atmósfera romántica con esa persona especial, las luces y la decoración te colocan, inevitablemente, en una burbuja romántica. Querrás volver cada fin de semana.