El amor por la cerveza (artesanal, casi sobra decir) llevó a Jaime y Rodolfo Andreu –creadores de la deliciosa Tempus y dueños del bar El Depósito– a poner un local que no sólo sirviera su bebida favorita sino que también la fabricara. Así nació La Graciela, la primera microcervecería-restaurante en el DF desde Beer Factory (que es cadena, así que se cuece aparte).
Dentro de su amplia variedad de cervezas artesanales de barril, generalmente tienen tres opciones de la casa. Pedimos la Brujas, una especial descrita como "rojiza, herbal y con especias". El primer sorbo me recordó a una michelada cubana, aunque después pude apreciar un sabor más complejo ahí que en un "michelitro" de Copilco. No nos convenció, así que pasamos a lo más conocido: la roja, de Alebrije, la Chupacabras, de Cucapá, y la Porter, de Escollo. Siempre hay de barril de estas marcas, además de Ocozol (si tienen la Porter de pimienta no dejes de pedirla), Calavera, Tijuana, Minerva, Cosaco y Beer Factory.
Si no las conoces mucho, evita aventarte directamente a los tarros de 900 ml: nadie quiere comprometerse con casi un litro de algo que nomás no es su estilo. También hay embotelladas, la mayoría nacionales. Si andas en plan gastador y sibarita pide una de Rogue, de Oregon. Son caras, pero lo valen.
Para acompañar, hay platillos botaneros y otros más serios. Recomendamos las salchichas estilo alemán (la de ternera es la más rica).
A primera vista, el local parece pequeño, pero se extiende en varios salones con una iluminación tenue que invita a quedarse.
Un gran atractivo es que lo de taller va en serio, e imparten cursos sobre cómo se hace esta bebida. Obviamente tienen su parte práctica y, quién sabe, ese amor por la cerveza hecha en casa podría contagiarse.