La cantina La Reforma tenía 60 años en la Narvarte cuando cerró. Sin querer abandonarnos abrió una nueva sede en la misma calle, justo en la acera de enfrente.
Uno de los parroquianos del lugar me contó que La Covachita era el apodo que le daban a la bodega general de La Reforma, por eso decidieron darle ese nombre. Es un concepto total de cantina: elegante con su barra de madera recién barnizada y con una decoración casi nula. Es tranquila por los visitantes que acuden a disfrutar del son del trío con un buen trago. El ambiente de cada noche es ideal para gozar solo o en compañía.
Las bebidas son clásicas y variadas, tienen de todo y sin complicaciones. Puedes pedir tragos largos, cervezas o alguna combinación que se te antoje, ya que el bartender estará dispuesto a prepararlo. Tal y como se ha bebido en las cantinas durante años, el tequila, las cervezas y las cubas heladas no dejan de llegar a las mesas.
No te limites sólo a beber, pues la comida es excelente, con los sabores auténticos de las botanas mexicanas y otras ofertas diferentes. Probé, por ejemplo, un carpaccio de res cubierto de aceitunas, pepinillos y aceite de oliva. Es el paraíso si lo acompañas con una cerveza oscura, gracias a que los sabores amargos y ácidos se entrelazan perfectamente.
Para cerrar con distinción, pedí un anís, luego, a entrarle con todo al ate con queso flameado con Licor 43.
La Covachita de la Reforma es la opción para armar un plan distinto, se antoja para el precopeo. Como en una especie de refugio puedes beber, comer y, al mismo tiempo, relajarte con toda comodidad.