En cada rincón hay joyas escondidas, y en la calle de Enrique Pestalozzi, ocupando la planta alta del restaurante japonés Deigo, está Kaito del Valle.
Es un cocktail bar— o iazakaya, refiriéndose a una taberna en japonés— donde te recibe un maneki-neko de luces neón, dándole sentido a la frase insignia del bar: if you see this cat, come inside.
Entras a un espacio pequeño y cómodo con decoración nipona, íntimo pero con muy buen ambiente y música que te anima a comenzar la noche. La barra es el punto fundamental: equipada únicamente por bartenders mujeres.
Ya sea que te atienda Jacomine Flores, Jocelyn Espíndola o Claudia Cabrera, pregunta por los tragos de autor, como un pik-a-chu: sake, mezcal, jerez, wasabi y jugo de piña. La presentación es única como el juego de sabores en la boca.
El maneki, hecho con matcha, calpis, jugo de limón, clara de huevo, soda y tapioca es muy fresco, sin ser demasiado dulce, y con un plus en cuanto a texturas.
Cuando termines la parte de bebidas, acércate a la máquina expendedora (que no tiene productos en su interior), te lleva a una sala de karaoke que se renta por hora o sin costo, dependiendo de tu consumo total. A lo mejor terminas cantando puro j-pop. Alejandra Sánchez @foodandboozemx