La diferencia entre el consumo de cerveza y vino de cada mexicano es abismal: de la primera semanalmente se beben 1.3 litros (seguro tomas más) y del segundo es poco menos de esa cantidad, 1.2 litros... ¡Pero anualmente! Así, el que existan winebars en la CDMX es toda una apuesta, especialmente si las barras están dedicadas al vino natural; un nicho dentro del nicho, pues.
Sin embargo, y con ese escenario tan disparejo, el nuevo vecino de la Roma está dando mucho de qué hablar y beber: Hugo, un lugar que se suma al brevísimo acervo de winebars y tiendas especializadas en vino natural en la CDMX, como Loup Winebar y Cicatriz.
Abierto desde marzo de este año, Hugo es un lugar pequeño, cozy, con apenas cuatro mesas y una barra para máximo 10 personas; además de una terraza para otros tres grupos de comensales. Pero sus dimensiones no son su principal atractivo, sino su menú de bebidas, de las que 95% son vino natural, suficiente para atraer a decenas y tener siempre casa llena —por cierto, te recomendamos reservar y especificar si quieres mesa interior o exterior—.
La mayoría de las etiquetas son francesas, españolas, alemanas e italianas. En México sí tenemos vinos naturales; pocos, pero existen. Quizá porque las opciones son reducidas, es que no vemos botellas nacionales en la carta de Hugo, solo Árbol de Fuego de Silvana Pijoan, que se vende únicamente por copeo.
Nosotros pedimos un Prosecco natural, el Col Fondo 2018 de Zanotto, del norte de Italia, y fue una verdadera y absoluta joya. Para el hambre pedimos un platito de aceite de oliva Pancina con pan, venía con unos granitos de sal de mar que le daban un toque juguetón; tan rico, que no me lo comí a cucharadas por puro pudor. También probamos una coliflor y almendras con una salsa romeresco, hecha con verduras asadas, muy tradicional en la cocina catalana.
Eso sí, ocurrieron un par de errores en cuanto al servicio. Aunque fue cálido y esmerado, no nos permitieron probar el vino antes de servirlo; luego, a pesar de que era un espumoso y se debe mantener frío, no llevaron enfriadera a la mesa. Considerando el rango de precios —de $790 a $3,000 por botella— y la calidad de los fermentados que ofrecen en su carta, uno esperaría que tratan al vino con pincitas.
Quizá quieras esperar a conocer Hugo cuando el semáforo esté en verde; el espacio es muy pequeño y es complicado para mantener la sana distancia. Pero por probar los vinos que no encontrarás en otros canales comerciales, vale la pena la espera.
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