Escuché que era un lugar de esos que cuidan todos los detalles para la conservación del planeta. Entonces me trepé a una bici. Lo primero que vi fue una fachada decorada con un puñado de plantas hidropónicas.
Ya adentro, su techo y algunas paredes son de ladrillo, con trazos pintados a mano en los muros y pizarrones, además de sillas color plomo con cortes geométricos medio dosmileros. La decoración no invita a quedarse mucho tiempo. Escogí una mesa afuera para disfrutar del calor. La locación de la terraza es desafortunada pues, aunque está en una calle con pocos locales, la avenida es gris y transitada.
Aunque la oferta de platillos va de Mérida a Tijuana, la especialidad son los tacos de cochinita y la torta de pulpo en su tinta. Tras una explicación bastante clara de la mesera sobre las cervezas, pedí los dos platillos y una imperial stout de barril. La elección fue difícil, pues hay cuatro opciones de cerveza de barril y varias embotelladas internacionales y artesanales mexicanas, como la homónima de los dueños, la Red Pig, la Mexicali y la Día de Muertos.
Mientras esperaba, noté que no usan popotes ni agitadores y que favorecen los materiales orgánicos. Luego, una fila de botellas de mezcal Alipús que adorna la pared detrás de la barra me invitó a pedir un espadín. También hay otras opciones de mezcal de calidad, como Marca Negra, Kundee y La Niña del Mezcal.
Los platos llegaron calientitos y bien servidos. La cochinita es todo un ejemplo a seguir en el balance del axiote y la cebolla en un taco. Ellos dicen que la cerveza se debe degustar igual que la comida. La mía, oscura, con nueve grados y de corte inglés, tenía un sabor predominante a cacao amargo, aunque por esta ocasión la tanda quedó un tanto salada.
Finalmente lo que venden en Escollo es una experiencia culinaria diferente, no sólo enfocada en la distribución de cervezas artesanales de productores locales, sino en maridaje y degustación a precios accesibles.