Si sabes quién es Thor, Smaug y la Casa Targaryen, entrar a esta fantasía será perfecto para ti, si no, ten por seguro que serás parte del juego cuando observes a los personajes que aparecen en los cuadros, la cabeza del legendario dragón en una pared y la figura de medio metro del hijo mayor de Odín en la barra, con la leyenda: “Deja propinas o Taylor Swift regresa con Loki”.
Es una casa clásica de la Condesa de dos pisos, sólo que ésta tiene un martillo enorme en la puerta. Dejarás atrás el siglo XXI en cuanto cruces el umbral, es como entrar en un túnel del tiempo y en un segundo llegar a una época anterior, muy seductora.
Hay mesas de madera –nada sofisticadas–, paredes de piedra y música viking –como de película–. ¡Sé un guerrero!, la cerveza pídela oscura y de barril. Nunca más volverás a saborear una chela de la misma manera después de haberla probado en un tarro de madera hecho a mano, justo como la sirven aquí. También tienen hidromiel. Es un lugar que se disfruta más en grupo, puedes apostar con tus cuates a ver quién se acaba primero ese enorme tarro vikingo; pero ojo, no querrás reconocer que son dos litros hasta que ya estás un poco (o bastante) flamas.
Con la comida vaya que echaron toda la carne al asador. Pide los tacos de arrachera y acompaña con otra cerveza, como sólo los guerreros nórdicos sabían hacerlo. Si no eres tan carnívoro puedes pedir los nachos; aunque apúrate, porque la comida se acaba temprano. Además del género musical viking, a veces dejan salir algo más rockeron y en otros momentos escucharás a The Clash, por ejemplo.
Los meseros no visten alusivos a la temática y aún les falta familiarizarse con el concepto, pero te facilitan unos cascos con cuernos para que hagas una buena pose y te tomes tu selfie. No te puedes ir de El Rincón Vikingo si no te escurrió la chela por la boca y no azotaste tu tarro contra la mesa. ¡Skol!