Una cantina de la que podrías pasar de largo en la calle, porque apenas se ve su letrero. Pero una vez que caminas el pasillo y llegas a la mesa, entiendes su encanto: la comida se hace al momento frente a tus ojos y llega acompañada siempre de una cerveza bien fría (o de una cuba), y de una historia que te cuenten los meseros. En Don Juve, al parecer, todos se conocen y son amigos.
A la usanza de las cantinas que más nos gustan, tienen un pulpo bien cocinado que puedes comer en tortas o a la gallega. Sobre lo demás tenemos que decirte que siempre te llevarás sorpresas, ya que cambian los platillos conforme al cocinero se le vayan ocurriendo cosas (o dependiendo de lo que encuentre en el mercado).
Quizá te encuentres con unos chilaquiles con tasajo, frijoles refritos y un poco de arroz rojo, o con una cola de res en adobo. También pueden tocarte lentejas, pierna o hígados encebollados y tortas de lengua o de bacalao, si es temporada decembrina.
Los tragos siempre te los sirven bien. Es decir: se les pasa a veces un poquito la mano con el alcohol, pero siempre les encontrarás sabores bien clásicos. Las palomas, las margaritas y las piedras son recomendables. Otra cosa: si puedes, no te quedes en la sala del rincón. El mejor ambiente está de la cocina y la barra.