Por el momento sólo elaboran black IPA, belgian IPA y dry stout, cada una sublime a su modo. Ven con mucha hambre porque la comida es de sazón y porción sureñas de Estados Unidos. Probé las croquetas de mac & cheese perfectamente empanizadas y aunque me pareció que la pasta sabía simple, el aderezo de Sriracha –ajo y chiles– tuvo todo el sentido del mundo. Continué con la clam chowder, espesa y absolutamente cajun con sus trozos de vegetales y bastante almeja, la porción era grande, perfecta.
Para el fuerte me costó decidir entre un salmón, un filete, camarones con tocino
y maple o un clásico gumbo o jambalaya con pollo y cerdo; pero no erré con las short ribs braseadas en stout; una mordida y les crees que fueron cocinadas durante 12 horas. El suspiro llegó con la polenta al parmesano que por alguna razón sabía a cerezas.
Tienes más de 60 opciones de cerveza, pero seguí con las de la casa y no sentí arriesgado probar la Drakonus Dry Stout con el volcán de chocolate y cerveza con helado de vainilla. La cocina está a la altura de sus cervezas, ya no es difícil encontrar calidad cuando eres chelero y comelón, sino decidir qué recinto te tocará visitar el próximo fin de semana.