Speakeasy, un término que evolucionó para pasar de ser algo clandestino a algo exclusivo. En CROM se respiran ambos aires.
La entrada está oculta y no me anunciaba que había llegado al lugar correcto; para averiguarlo me acerqué a una cortina negra metálica y le pregunté al hombre de seguridad que la custodia. Entré. Tuve la sensación de estar haciendo algo indebido y, a la vez, emocionante.
Lo primero que sentí es que no iba vestido enteramente para la ocasión. Se me aceleró un poquito el ritmo cardiaco y, con tanta gente, apenas alcancé a reconocer algunas caras. Temí encontrar algo escabroso entre las sombras, pero al final, lo que descubrí fue un lugar con luz tenue, aferrándose siempre a los tonos azules y morados, esos neones que distorsionan la realidad.
Los invitados lucían pacientes, pero ya se sentía el impulso por iniciar con todo la noche. Algunos platicaban, otros bebían. El punto en común era el empeño en la producción de sus looks: desde la básica sobriedad del negro con mucha piel a la vista, hasta los rojos intensos.
La foto incluía personajes vestidos con chamarras de motociclista, abrigos afelpados, cadenas de todos los tamaños en cuellos y manos, prendas transparentes, tenis con plataformas, faldas hipercortas y jeans entubados. Una combinación perfecta para la oscuridad de una noche de sábado.
Mezclan la música en vivo y consiguen un beat bailable. Incluso, alguna canción electropop está en el menú (de pronto, Janet Jackson sonó bastante bien). El ánimo subió impetuosamente cuando el dj ejecutó una mezcla nu disco en la tornamesa. ¡Bienvenida querida madrugada!
La carta de bebidas no es un almanaque complicado, van a la segura con tragos largos (aunque esperemos que pronto tengan algunos cocteles). CROM Club promete en la zona y, sin duda, te deja queriendo más