Es sábado por la noche y el local está tan lleno que hay gente desparramándose hacia la calle. ¿Algo similar al Félix? Los vemos de cerca y no, estos clientes son fresas, seguramente atraídos por el pop tipo Alfa 91.3 (Swedish House Mafia, Ghosts of Venice, Enrique Iglesias). El lugar, eso sí, es muy bonito: mobiliario sesentero, lámparas esféricas, piso de azulejo retro.
De milagro hay una mesa disponible y nos la ofrecen con gran amabilidad. Nos explican que aquí todas las porciones son mini para probar mucho. Arrancamos con una hamburguesa de ternera y una de cordero. Son perfectas, con la carne casi cruda. Seguimos con una campiña, con huevito de codorniz y frijoles. ¡Maravillosa! También pedimos un ceviche verde, una tostada de marlin y otra de atún, y tacos de tatemado de pollo y camarón rosarito. Qué rico es todo, no podemos parar.
Nos pasamos la comida con cocteles: un mango reyes (mezcal, licor de chile ancho y néctar de mango) demasiado empalagoso, y un chilibiscus mezcal (mezcal, Cointreau, jugo de mandarina, limón amarillo y jamaica), mucho más balanceado.
Estamos tan felices que se nos olvida la horrorosa música de antro (al menos está a un volumen muy decente). En la siguiente ronda elijo un no te rajes (ginebra, jugo de limón, ginger ale, kiwi y chile verde), posiblemente el mejor trago de la casa. Mi novio ordena un whisky sour con la espuma del huevo perfecta.
Luego le entramos al hot dog, a los toritos de camarón y al chorizo a la sidra. Este último nos gusta tanto que decidimos poner a prueba la excelente actitud del personal: pedimos que nos preparen una bebida con la salsita del platillo. Ellos aceptan el reto e inventan un coctel con vino rosado y whisky. Está bueno, pero lo que nos tiene realmente apantallados es la disposición para cumplir los caprichos del cliente. Bravo.
El lugar abre desde temprano y hay desayunos. El mesero nos dice que tienen un pan dulce increíble y le creemos. Ya vendremos a curarnos la cruda y a que nos traten como reyes.