Belmondo, Félix y Salinger (algunos de los bares más populares de la Roma-Condesa) tienen un nuevo hermanito inspirado en el norte del país: Linares. El recién nacido nos dio una grata sorpresa: es relajado y sin pretensiones. La mezcla de rock gringo y reggae a volumen platicable ayuda al mood post oficina o precopeo. Un local bastante reducido con lámparas de mimbre y mesas largas de madera aportan el toque íntimo: todos somos parte de la misma fiesta.
La carta es pequeña, pero tiene los munchies y los tragos necesarios para pasarla bien. Hay cervezas de fábrica y artesanales, como Tempus, Minerva y BocaNegra; mezcal Bruxo, y otros licores como vodka, whisky y brandy.
Los cocteles son de corte clásico como caipirinhas, sangrías y margaritas. Si bien no son innovadores, están hechos con ingredientes frescos y medidas precisas. El carajillo shake, mezcla ligeramente espumosa de mezcal y espresso, lleva las cantidades justas de ingredientes para lograr un equilibrio entre ambos sabores.
Lo más norteño está en la comida: hay carne deshebrada por aquí y por allá. Las chimichangas llevan una porción de esta, condimentada con laurel y envuelta en harina frita. Definitivamente, fueron mis consentidas. Los ignacios (nachos regios) vienen espolvoreados con queso ranchero, crema, frijoles, pico de gallo y carne. También tienen chips de jalapeño, empalmes de picadillo, chicharrón de arrachera y un par de opciones vegetarianas. Es buena idea pedir variedad y compartir.
Un mesero buena onda me dijo que lo más regio que puedes hacer, es chelear. Fui respetuosa con las tradiciones y pedí una Carta Blanca. Venía servida en champanera y copas, gesto curioso que no altera el costo (56 pesos la caguama).
El arte de pistear es tan grato en este bar, que no es mala idea llevar a tu date o a un grupo pequeño de amigos para viajar hacia arriba vía chelas y carne deshebrada.