En mi experiencia, los bares y restaurantes más pequeños son los que tienen más corazón, porque generalmente son hijos del amor por un platillo o un producto en vez de ser producto de un plan de negocios. Tal es el caso de Terruño, en la Roma, un wine bar que sirve única y exclusivamente vinos del norte del país.
Llegué a Terruño por casualidad (¿o él llegó a mí?): lo descubrí un día que fui a comer al Comal de Ceci, otro gran —pequeño— proyecto culinario. La mesera que atendió mi mesa me vio pedir una chela con decisión, y me dijo: “también tenemos vinos de Coahuila y Chihuahua”, y me dio el código QR para escanear la carta. Era de Terruño. Pedí mi copa y, cuando terminé de comer, me mudé al wine bar, que está a tan solo unos pasos del Comal de Ceci, establecimiento con el que vive en simbiosis, al igual que Tizne Tacomotora, que está a un lado del bar.
Entonces, en esa esquina de la Roma se hace un corredor gastronómico como ningún otro, y con tan solo tres locales. Puedes ir a Tizne y pedir tu vino de Terruño o sentarte en el bar y pedir que te traigan un taquito del Comal de Ceci. O como quieras, pues. Y esa relación simbiótica es parte de la personalidad del bar, pues entre los tres establecimientos comparten clientes, mesas, meseros y buenas vibras.
Ya instalada en Terruño, un local que se compone de dos mesitas exteriores y una barra que cobra vida con los muros de color rojo y rosa, le seguí con el vino norteño. Probé un Sauvignon Blanc y un Cabernet Merlot de Don Leo, una vinícola ubicada en el Valle del Tunal, en Parras. También tienen etiquetas de los chihuahueños Pinesque, vinos de San Juan de la Vaquería de Saltillo (sí: se producen vinos en Saltillo), Cavall, también de Chihuahua o Bodegas del Viento de Arteaga, Coahuila.
A pesar de su reducido tamaño, en Terruño se arma la fiesta (con sana distancia, por supuesto) en las noches. La música sube de volumen y el bar le pone onda a la calle con los foquitos que tienen colgados en los árboles y, lo que en la tarde hubiera parecido un wine bar para ir a tomar tus videollamadas mientras te echas un vinito, se transforma en el lugar más cool. Y sí, siguen sirviendo vino, además de uno que otro destilado norteño como mezcal, sotol o bacanora.
Es por eso que Terruño me robó el corazón; porque quizá por una década, al menos, muchos lugares han intentado sacar al vino de las mesas de manteles largos. Y el que llegó a lograrlo fue este lugar, que lo puso en la banqueta, en mesas de madera, y armó la fiesta.
Ahora, para los que se pregunten por qué servir solo vino norteño, aquí les va: si algo aman en Terruño, es el vino, pero aquí no hay sommeliers, solo bebedores. Y como los fundadores del lugar son norteños, decidieron darnos a los defeños la lección de que en Chihuahua y Coahuila también se hacen grandes vinos, nos obligaron a voltear a ver otras regiones productoras además de Baja California y Querétaro.
La palabra terruño se usa en vino, café y otros productos agrícolas para designar a una extensión geográfica con características climáticas específicas, mismas que otorgan particularidades a los modos de producción y, por lo tanto, al producto que compramos. Así, en Terruño resaltan lo que va del campo norteño a nuestras copas, y mejor si son en esta banqueta en la calle de Guanajuato, desde hoy, mi banqueta favorita.
Por cierto, te recomendamos estar al pendiente del Instagram de Terruño: ahí anuncian sus eventos especiales, también imperdibles (@terruno_roma).
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