Quienes fuimos parte de la UNAM hemos escrito al menos una historia en el MUAC. Y los recuerdos de ella pueden desencadenarse a través de los objetos más cotidianos y triviales. Mi última historia en este museo incluye la caída de hojas de los árboles y canciones cálidas. Quizá por eso, quedé maravillada (y un poco melancólica) con la exposición Tierra Firme, llena de elementos naturales, alusivos a hojas, flores y paisajes; tal como mi memoria.
Tierra Firme es una revisión de la obra del artista neerlandés Jan Hendrix, compuesta por pinturas, ilustraciones, esculturas, acuarelas, fotografías, maquetas e instalaciones que juegan con el naturalismo y en la estética proveniente de los navegantes y aventureros, así como sus relatos sobre el paisaje de siglos anteriores.
Probablemente como las estaciones, las obras de Hendrix poseen cualidades casi mágicas: es necesario observarlas de cerca, de lejos y en algún punto intermedio apreciarlas en todo su esplendor o en el más mínimo de los detalles.
Hendrix llegó a nuestro país en los setenta y desde entonces se ha dedicado a promover el trabajo gráfico como un medio artístico representativo, profundizando en la traslación de lo natural a su representación en papel. Su obra se distingue por el juego con las escalas y los colores, en donde los objetos más pequeños adquieren grandes dimensiones, mientras que universos completos son aglomerados en una fotografía.
La obra de ilustración del neerlandés se ha transformado en ediciones especiales de libros de autores como Hans van de Waasenburg y Gabriel García Márquez, llenando las páginas de elementos naturales, paisajes e imágenes alusivas a la diversidad mexicana.
Tierra Firme es toda una experiencia sensorial. Es una reflexión continua sobre la belleza de la geometría, los colores y las repeticiones de lo cotidiano; de lo que nos rodea. “¿No crees que la belleza de los objetos que nos rodean elevan nuestra alma?”, me preguntó el editor cuando hablamos de esta exposición. Sí, definitivamente, fue mi respuesta. Lo más ordinario para unos ojos puede ser lo más inefable y maravilloso para otros. Como las hojas que caen de los árboles, ningún objeto es igual para dos miradas.
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