Secretos en museos de la Ciudad de México

Es uno de los lugares culturales más importantes del Centro, porque además de tener una oferta muy amplia en cuanto a exposiciones, ciclos de cine, conciertos y talleres, lo mejor es que todas las actividades son gratuitas. Cuando las autoridades del Centro Cultural de España en México ampliaron el espacio, se toparon con una escuela para los hijos de los nobles mexicas, llamada El Calmécac. En este museo de sitio hay cosas fabulosas, como una mandíbula (con todo y dientes y encías decoradas) y unas almenas de dos metros casi intactas.

Este peculiar museo es la única pirámide construida en el siglo XX. Nació como un capricho de Diego Rivera, quien quería un espacio para alojar su amplia colección de arte prehispánico. Como aliado tuvo al arquitecto Frank Lloyd Wright  quien construyó el espacio con piedra volcánica y las ventanas con cubiertas de alabrastro.

La idea original del recinto era crear una ciudad de arte en todas las hectáreas que había alrededor de la pirámide. El predio se tuvo que cortar para hacer una vía de comunicación, que actualmente es la calle Museo.

Una vez que cruzas el umbral para entrar en la antigua casona de arquitectura colonial, cuya construcción data del siglo XVI, lo que captará por completo tu atención es la majestuosa fuente de estilo barroco que engalana el patio central.

La fuente de riscos, adornada con platos, esculturas, espejos, pedacería de porcelana y concha nácar, deslumbra con sus destellos y gran colorido. Cada una de sus piezas guarda una historia, como los platones de la dinastía Ming o la cabeza de búho que representa sabiduría. 

Cada objeto encontrado en el recinto muestra grandes proporciones: el acceso, el corredor, la sala principal, el patio. Es un desafío para cualquier expositor ajustarse a los parámetros físicos del museo, pues hay que complementar el sitio, no sólo contenerlo.

En las entrañas de Chapultepec se encuentra este lugar donde se respiran letras y se siente el sabor del arte; la Casa del Lago fue inaugurada por Porfirio Díaz en 1908 como el club del automóvil, uno de los sitios predilectos de la élite porfiriana.

En 1929 se convirtió en la sede del Instituto de Biología y se convirtió en parte de la Universidad Nacional Autónoma de México; sin embargo, en 1958, el instituto cambió su sede a Ciudad Universitaria y la casona permaneció abandonada un tiempo. 

En las tres salas que conforman el Estanquillo —nombre de las tienditas en las que se podían encontrar todo tipo de objetos— se exponen fotografías, maquetas, pinturas, esculturas, carteles, textos, cartas, miniaturas, grabados, comics, boletos y afiches de la colección conformada por más de 20 mil piezas, a través de las que se refleja su gusto por la cultura popular y describen las dos acciones irrenunciables para Monsi: ver cine y leer.  

Este sitio no es propiamente un museo. Por fuera es un gran silo de concreto, pero por dentro funge como un laboratorio de arte contemporáneo.

Esta escultura fue elaborada por Gonzalo Fonseca para representar a su país natal, Uruguay. Es la única habitable que existe en todo el continente americano y su particular estilo responde al contexto que vivió Fonseca durante la dictadura militar uruguaya.

Se creó como parte de la Ruta de la Amistad, circuito de esculturas hechas en 1968 bajo la dirección de Mathias Goeritz, dentro del marco de los Juegos Olímpicos de México. La Torre de los Vientos permite entrar en contacto con el ecosistema. 

Todos hemos caminado enfrente de esta Iglesia, sin saber que fue aquí donde se firmó el acta de Independencia en 1824. La Profesa cuenta con una pinacoteca (edificio destinado a la conservación y exposición de colecciones pictóricas), fundada en 1977 y contiene más de 355 pinturas al oleó, en su mayoría, organizadas en cuatro salas con orden cronológico; sala Mariana, sala Jesuita, sala Cardenal Newman y sala Tres Siglos. 

No sólo llama la atención por tener un nombre tan extraño, también porque es un recinto dedicado y especializado en las artes decorativas. Este museo se encuentra en la finca que perteneció a don Antonio Hagenbeck y de la Lama, quien a lo largo de su vida coleccionó con fervor piezas de arquitectura novohispana y europea, mobiliario barroco, pinturas, textiles como cortinas o tapetes, candiles, fotografías y grabados. 

En este recinto, ubicado en el Palacio de los Condes de Calimaya, descubrirás en la esquina de las calles José María Pino Suárez y República del Salvador una cabeza de serpiente, que hace referencia al dios Quetzalcoátl, de la época prehispánica. La pieza tallada en basalto fue retomada como un elemento decorativo del palacio construido en el Virreinato.