Sin duda este es un cómic que hace valer la libertad creativa y es tan desfachatado que bordea el estatus de objeto de culto. Y no solo por que el artista creador de Mad Man, aprovecha que se plantea como un puñado de episodios al margen del canon y recupera el espíritu camp de los personajes del DC comics de la edad de Plata, ese que estaba caracterizado por la que hoy a la distancia es una encantadora candidez y frivolidad, sino que además con su muy particular estilo lúdico e ingenioso y habilidad para elaborar divertidas tramas en secuencias cortas, adereza el absurdo de sumergir a los superhéroes en situaciones cotidianas, dígase una fiesta juvenil sin permiso de adultos –protagonizada por los Teen Titans-, o un reto entre amigos –impulsado por los New Goods–; con apuntes a temas como el consumo de estimulantes –con HourMan involucrado–, los exabruptos de los impulsos sexuales propios de la adolescencia que rayan en el acoso, las relaciones tóxicas que desembocan en tétricos finales, y hasta con cuestionamientos respecto al momento en que la edad lleva a las personas a sentirse obsoletas, sin importar si se trata de vigilantes encapotados como Batman, aquí presentado en su versión de la clásica serie del 66.
Hay que agregar que es a dicha producción televisiva a la que aluden la mayoría de los homenajes incluidos, mezcla de cariño y cierta sorna, refiriendo en el tono del desarrollo y el diseño de los personajes, desde el colorido y extravagancia de las caracterizaciones y roles que le convertían en una especie de comedia del arte, hasta los chistes mustios que buscaban el cobijo del humor involuntario, y la emblemática música a-go-go, con la aparición de su respectiva y flemática encarnación de Alfred, quien nos regala un par de reflexiones sobre nuestro mundo sumergido entre la realidad y la ficción.
DC cómics: Solo de Michael Allred, publicada por Editorial Panini en formato grapa y con su llamativa variante de colección luciendo portada laminada, es una delirante y festiva pieza, cuya carga de nostalgia e irreverencia desbordada se acompaña de inteligentes planteamientos