Uno de los rasgos que distinguieron la revolución impulsada por el surgimiento de Marvel en el mundo de los superhéroes, fue que sus personajes representaban el paso del tiempo, es decir iban de la universidad al campo laboral, se casaban, tenían hijos y en cierta medida envejecen. Esto se fue modificando conforme se consolidaron en el colectivo popular hasta que se requirió que su evolución se ralentizara, y de ese modo más generaciones pudieran disfrutar de sus aventuras manteniendo períodos de edad cercanos a cómo fueron concebidos.
Hoy las series alternas y autoconclusivas permite muchas libertades con respecto al canon, y uno de los grandes aciertos del guionista Mark Russell en Fantastic Four: historia de una vida, es aprovecharlas para retomar la narrativa tipo tiempo real y elaborar un cariñoso tributo al clásico que lo iniciara todo para uno de los grandes universos de los cómics, ejercicio que además es revitalizado con una exploración sumamente personal del concepto en cuestión, haciendo explotar diversas reflexiones sobre lo humano del crecimiento.
Y es que los momentos emblemáticos de las aventuras del célebre cuarteto de Nueva York que el autor selecciona para este relato, los va conectando con hechos históricos clave, dígase la carrera espacial, la eventual llegada del hombre a la luna, la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría, no solo para encontrar una inmediata contextualización y quedarse en ellos desarrollando un mero recuento, sino para generar diversos pasajes sobre situaciones de su convivencia que no se habían contado, y así, teniendo como fondo las conocidas batallas contra amenazas colosales venidas de los más profundo de las estrellas; redimensionar el trayecto del equipo entre dolorosos resentimientos, desencuentros y reconciliaciones, convirtiéndole en una emotiva decantación del modelo ideal de familia norteamericana que a nivel social se vendía desde mediados del siglo pasado.
Por otro lado esto no significa que descuide el desarrollo particular de los protagonistas, por el contrario, los capítulos que se dividen por décadas a partir de los 60s, son guiados por la narración a cargo de cada uno de ellos, que mientras van arrojando frases sumamente significativas como “El dolor compartido es lo que te convierte en familia” o “La vida está llena de oportunidades, la mayoría de ellas perdidas”, se encaminan a melancólicas conclusiones.
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Así entonces, en sus páginas Reed Richards refiriere al peso de la culpa que deja el no ser cocientes del regodeo y la obsesión por el descubrimiento que lleva al avance científico indiscriminado; Susan Storm apunta la importancia de valorar el sacrificio propio, para así reivindicarse, respetarse y darse su lugar ante los demás; Johnny Storm habla sobre la importancia de ir más allá de vivir el momento, y aprender a apreciarlo para quizás entonces hacer que valga la pena tener un poco más de tiempo; por su parte Ben Grimm lo hace acerca del optimismo que, de ser una fachada para el dolor, puede también funcionar como la herramienta que permita dejar de simplemente soportarse a uno mismo y salir de la autocondescendencia para creer en que, pese a los errores cometidos, uno se merece ser feliz; y Franklin Richards que, ante la llegada del fatídico mensajero de una casi imparable fuerza de la naturaleza que anuncia el final del planeta, expone las implicaciones de volverse adulto y proteger a quienes se ama incluso recurriendo a la mentira, de la paternidad y de la ilusión de mirar al cielo.
Mención aparte merece la propuesta visual perpetrada por un grupo de artistas encabezados por Sean Izaake, la cual se pone a la altura con un estilo de reminiscencias realistas donde la calidez de los tonos que acompañan las charlas íntimas y el efecto traslúcido de los trayectos en el espacio, redondean secuencias cautivadoras junto a dinámicas composiciones multitudinarias en viñetas que por sí mismas alcanzan llamativos niveles de virtuosismo ilustrando pasajes épicos de la historia de los cómics. Entre ellos está la irrupción del Hombre Topo y las batallas hombro a hombro con los Avengers, y las apariciones de Galactus, cuya enigmática belleza luce en su mayor esplendor cuando abarcan páginas completas. También destaca la efectiva progresión dramática que consiguen al integrar ventanas con pequeñas acciones en una imagen mayor, como cuando narran la tragedia que envuelve a la antorcha humana cual si de las propias llamas que genera se tratara, y estas luego se extinguieran inexorablemente.
Fantastic Four: historia de una vida es uno de los mejores títulos que se han escrito sobre la que fue la primera gran familia de superhéroes, ideal para aquellos que quieran descubrirlos en el mundo de las viñetas, o quienes buscan lecturas adultas tan emotivas como inteligentes, que no requieran antecedentes previos o el engancharse con sagas interminables. Es publicada por Panini Cómics.
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