Bane es un personaje que obedece a su tiempo, tan brutal, imparable y excesivo en su presencia de acuerdo a la exigencia de los 90s y la saga de La Caída del Murciélago en la que fue el gran antagonista, como carente de acercamientos que le otorguen una real complejidad psicológica ya sea en los cómics o en sus contadas apariciones en otros medios como el cine.
Es precisamente esta circunstancia la que Joshua Williamson aprovecha aquí para alimentar la ficción y hacerle justicia al personaje, presentándole como un ser autocondenado a revivir una y otra vez su batalla sobre el vigilante de Ciudad Gótica con todo y aquel momento donde le rompió la columna vertebral, ya sea en el cuadrilátero de la lucha libre mexicana donde se ha refugiado, en la realidad donde vemos que a pesar de ser ya un gladiador decadente se afana en acabar con los últimos lugares donde se produce la sustancia que le convirtiera en un monstruo, y por supuesto en su mente afectada por la adicción y su actual abstinencia que pocos momentos de calma le ofrecen.
El desarrollo en paralelo de tal travesía con la recapitulación de algunos eventos motivada por un inesperado interlocutor que por momentos pareciera dar voz al propio lector, permite la presencia tanto de demonios presentes como del pasado redundando en reveladoras confrontaciones con bestias como Grudge, dándole a la trama cierto trasfondo con un discurso sobre el consumo de las drogas, amén de explicar la naturaleza de aquello que le liga irremediablemente a su némesis y el peso que puede llegar a tener un día en el resto de una vida.
No podía ser más conveniente la propuesta visual recargada que ofrecen los trazos de Howard Porter en complicidad con las pinceladas de Tomeu Morey, definida por líneas palpitantes que dan forma figuras alteradas por la luz, con colores y sombras que se escurren y parecieran pelear por consumir la imagen sometida a marcos blancos que en contraste son rigurosos en mantener el orden, dando como resultado secuencias rinconeras y llenas de detalle que estallan espectaculares según sea el caso, coronadas por la selección tipográfica de Steve Wands que luce efectos incandescentes en variantes de los carteles promocionales y onomatopeyas tipo cartoon. Y qué decir de las visiones abiertas de edificios y construcciones de distintos escenarios llenos de detalles y dinamismo.
La saga Bane recopilada por Editorial Panini en una edición de pasta dura con una salvajemente bella portada, es sin duda de las mejores entregas de Batman One Bad Day, línea dedicada a explorar las posibilidades de la patología de los grandes representantes de la galería de villanos más grande e importante no solo de DC cómics, sino del mundo de las viñetas en general.