La Sierra Gorda de Querétaro (383 567 hectáreas) es un tesoro de contrastes que permite apreciar paisajes selváticos, tropicales, coníferos, pastizales y hasta semidesérticos.
Llanuras, profundos cañones y laderas abruptas conforman la tercera parte del estado de Querétaro. Se trata de la Reserva de la Biósfera Sierra Gorda (383,567 hectáreas), un tesoro de contrastes naturales. Enclavadas en la selva, parte de la Sierra Madre Oriental, encuentras las Misiones franciscanas, tesoros arquitectónicos del barroco novohispano.
Luego de 200 años de intentar evangelizar el centro de Querétaro sin éxito, en 1740 la colonia ordenó el exterminio indígena. Esto propició construir cinco misiones (parroquias), pero muy dentro de la Sierra Gorda, pues ahí se encontraban los indígenas simpatizantes con los españoles, los pame.
Foto: Alberto Cervantes
De 1750 a 1770, Fray Junípero Serra dirigió esta relevante obra de arquitectura mestiza en América, la cual quedó en el olvido hasta los ochenta cuando un grupo de trabajadores del INAH, atrapados en una tormenta, la redescubrieron por accidente. Dos décadas más tarde, las misiones Franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro fueron declaradas en 2003 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Al habitar las cinco misiones —Santiago de Jalpan, Santa María de la Purísima Concepción del Agua de Landa, San Francisco de Asís del Valle de Tilaco, Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol y San Miguel Concá— sentirás el paso del tiempo en sus paredes húmedas, decoloradas y despojadas de ornamentos y santos; sus interiores, de un estilo más simple, choca con el barroco de las fachadas.
A pesar de haber sido construidas a mediados del siglo XVIII, dichas parroquias responden al estilo del siglo XVI, es decir, tienen un atrio, una barda trial que delimita el espacio sacro y capillas posas en las esquinas. Permanecer en esa vecindad a las fueras es una experiencia mística, en medio de la nada.
Foto: Alberto Cervantes
Los colores de sus paredes conservan el brillo peculiar del cinabrio o bermellón, mineral que da un rojo intenso, y la opacidad del ocre, pigmento utilizado en el arte que brinda tonos amarillentos, dorados y rojizos. El valor estilístico y arquitectónico radica en que se trata de construcciones barrocas mestizas que integran excepcionalmente elementos indígenas con europeos. Además, debido a la lejanía y complejidad del terreno donde se ubican, únicamente se utilizaron materiales de la región para su edificación y fueron construidas por los mismos indígenas.
Foto: Alberto Cervantes
La obvia influencia local de las fachadas se hace evidente en trazos imperfectos y en composiciones auténticas: se ve a un xoloitzcuintle jugando con un león, a un conejo o a un jaguar al lado de ángeles, así como a sirenas con rasgos indígenas, a un águila devorando una serpiente y numerosas flores y frutos nativos.
Al visitar las misiones franciscanas revalorarás el espíritu feroz de aquellos indígenas que trascendieron al dejarnos, en un ejercicio trasgresor y artístico, un vestigio de lo que somos. Allá, en medio de la selva.
Foto: Alberto Cervantes
TIP: Para continuar con la experiencia de desconectarte de la ciudad, te recomendamos hospedarte en el hotel temático Hotel Misión Concá ($1,100 por noche). Está ubicado en una exhacienda abierta con un árbol ceiba, un arroyo y un temazcal. Está en Jalpan-Río Verde km 32, Arroyo Seco. Querétaro (01 800 900 3800).
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