Faunos, centauros y mujeres con cuernos en la cabeza. No son personajes de Narnia, sino lo que se ve en la exposición Híbridos. El cuerpo como imaginario, una recopilación de diferentes piezas que van desde el viejo Egipto hasta el arte contemporáneo con un mismo propósito: representar la transformación corporal del humano.
De acuerdo con Adolfo Mantilla, asesor curatorial de la muestra, cada obra expuesta se creó bajo procesos subversivos— algo que altera el orden y genera crisis—. Basta con observar las Cuatro Estaciones del Taller de Giuseppe Arcimboldo o El Beso de Picasso para percibir la fusión de imágenes y especies en una misma entidad (y sí, ambas obras están presentes). Calf Worship de Francis Picabia, Las Tentaciones de San Antonio de Diego Rivera y Retrato de Carolina de Juan O’Gorman son otros ejemplos pictóricos del imaginario acumulativo que menciona Adolfo: un fenómeno que considera la lógica de la multiplicidad.
La muestra se divide en tres secciones: Cartografía de lo vivo, aquí se entrelazan cuatro continentes y épocas distintas que tienen como objetivo evidenciar que las diferencias entre humano, animal y vegetal son una expresión de la modernidad occidental, imperdible la Representación de Murciélagos; Naturaleza y humanidad, que engloba a la mitología con deidades, personificaciones y monstruos; e Hibridaciones subversivas, cubre una narrativa cinematográfica sobre lo posthumano con breves escenas de películas como Birdman y Ex Machina.
El híbrido en su principio poético se encuentra tanto en los toques modernistas de Rufino Tamayo hasta en las series experimentales de Matthew Barney. Una mezcla de épocas y visiones que trascendieron en el arte y que hoy permiten trazar una cartografía de símbolos respecto a la corporalidad y preguntarnos hasta qué punto se puede ser solamente “humano”.