El artista cinético es una figura peculiar en el panorama del arte contemporáneo. Sus “criaturas mecánicas” son particularmente populares ya sea por la majestuosidad de su construcción, sus movimientos articulados y su relación entrelazada entre tecnología y arte.
Hay una obviedad en su trabajo que nos asalta cuando lo miramos: son obras producto de un intenso trabajo manual casi artesanal; pero también de un proceso científico. Un cruce entre investigación y experimentación con la materia. ”No hago mucha distinción entre ciencia y arte, pienso que desde que tenemos instituciones les gusta etiquetar a la gente como artistas o científicos; en realidad hay muchos autores que son más ingenieros y muchos de éstos que son más artistas de lo que creen”, aclara el también físico. Theo Jansen parece estar cómodamente instalado en un puente, entre la brecha que los divide.
Vulgaris, Currens Vulgaris, Animaris Geneticus, Vermiculus, Rugosus Peristhaltis, Ordis A, Plaudents Vela y Currens Vaporis serán las ocho bestias mecánicas que caminarán en la nave del Laboratorio Arte Alameda, en la exposición Theo Jansen. Asombrosas criaturas, con la que el artista mostrará sus creaciones que lo han llevado a recorrer países como Perú y España, hasta transitar por el festival de arte y música Burning Man, en Nevada.
Jansen pasó buena parte de su vida en los laboratorios, lo cual impulsó su inclinación científica con énfasis en la teoría de la evolución. Su combinación de arte y ciencia fue incidental, pero sus frutos bien recibidos. En 1990, después de publicar un artículo en el diario de Volkskrant, el también ingeniero ideó su primera escultura móvil: “esqueletos que se movieran por la playa e hicieran que la arena se acumulara en dunas para proteger al país del incremento del nivel del mar”, producto de una preocupación omnipresente en su natal Holanda.
Tras la publicación del texto, Jansen encontró el material perfecto para llevar a cabo su representación: tubos de plástico. Los mismos que hasta hoy componen sus estructuras, elementos típicos holandeses empleados en las instalaciones eléctricas de los hogares. Perfectos para el ensayo y error.
Así comenzaría una relación híbrida que hoy, a 27 años de distancia, no parece tener fin próximo. Poco a poco fue descubriendo las bondades del material y sus límites, auxiliado por investigaciones sobre cinética y evolución. Sus criaturas comenzaron como la vida en la tierra, con pequeños elementos que destilaron, a través de generaciones de selección mutación (ayudada por computadora), animales más sofisticados que ahora son enormes.
Sin embargo, cada especie, cada familia es justificable, es una forma de experiencia estética que nos recuerda de dónde venimos y nuestra capacidad creadora.
No es azaroso entonces que sus esculturas tengan un nombre científico: cada título es a la vez una declaración de lo que se espera de ella, la familia de la que proviene. Así una de sus piezas conocida como Animaris Currens Ventosa se entiende como un animal de playa que corre con el viento.
“Son máquinas, son elementos mecánicos pero los animales reales también lo son y no nos damos cuenta; hay mecanismos involucrados sólo que más complejos”. Las strandbeest son diseños simples, pero cuando caminan se mueven de una forma familiar que nos recuerda a los animales reales. Cuando la gente ve esto se activa un switch porque sabe que están hechos de plástico pero los hace sonreír. Si el público no me acompaña en este sueño, no puedo curarlo”, asegura.
Theo Jansen. Asombrosas criaturas se inaugura el 13 de mayo en el Laboratorio Arte Alameda.