Manuel Solano es un joven artista que quedó invidente tras una negligencia médica. Sus creaciones artísticas surgen del recuerdo, de la cultura pop y del reconocimiento de su persona desde sus capacidades sensoriales. Desafiando a la autoridad es la nueva muestra que Solano presenta en la Galería Karen Huber, en donde encontrarás piezas que ha realizado en el último año y que ponen de manifiesto la capacidad de este artista para sobreponerse a la adversidad y la injusticia.
Manuel, ¿cómo fue tu acercamiento al arte?
Empecé a pintar a los 14 años pero el impulso por hacer arte lo tengo desde chiquito. Siempre fui muy manual, me gustaba mucho hacer figuras en plastilina y dibujar hasta que empecé a experimentar con otros materiales. Lo veo como que he hecho lo mismo desde muy temprana edad: hablar de mi persona a través de lo visual, usando referencias de hoy, de la vida cotidiana, de la cultura pop. Esta exposición es la que más se parece a lo que hacía cuando era un niño pequeño. Tiene temas en común, a mí lo que más me interesaba era la naturaleza, y hay naturaleza por toda la muestra.
Platícanos de tu trabajo artístico...
Mi obra se mezcla mucho con mi propia persona y cada vez más. No sé cómo me identifico, sólo sé que no me veo como hombre ni como mujer. Perdí la vista hace tres años, como consecuencia de una serie de injusticias y abusos. El gobierno me negó el acceso al tratamiento retroviral, me dijeron que no tenía derecho a exigir, que ellos decidían cuándo. Lo cual es una mentira; mientras tengas VIH tú decides cuándo recibes el tratamiento, y esa es la razón por la cual no estaba en tratamiento cuando la enfermedad me sobrepasó. Mi creación tiene muchas referencias de la cultura pop, de la cotidianidad, pero siempre hablo de mi persona. Creo que esta exposición es el paso más claro que he dado hasta ahora, para dejarle claro al público que el tema en mi obra soy yo y no las referencias que uso.
Antes de perder la vista, ¿qué tipo de trabajos hacías?
Sobretodo video y pintura, pero mucho más la segunda; era más meticuloso, siempre fui muy obsesivo con los detalles y con el detalle a pesar de que siempre he pensado que el concepto detrás de mi obra es tanto o más importante que el resultado, pero no por eso me gustaba dejar de lado el aspecto visual de la obra. Siempre con referencias a lo mejor no tan claras, pero siempre en dirección a la cotidianidad. Hablar de mí mismo.
¿Cuándo pierdes la vista, rompes con ese estilo?
Sí. Al no ver ya no tengo control sobre el resultado. Pero la temática es la misma; tal vez ahora uso más referencias, precisamente como no tengo el dominio de la imagen, no puedo saber exactamente cómo se ve la pintura. Tengo que agregar algo que el otro vaya a reconocer inmediatamente para entablar un diálogo.
¿Cómo logras darles esa forma, esos colores?
Con las manos, pinto todo con las manos. En mi taller tengo los colores ordenados siempre en el mismo lugar y no tengo muchas variantes: tengo dos amarillos, dos azules, dos rojos. Pero a la hora de mezclar los tonos sí es una apuesta; de hecho hay accidentes por toda la serie. La pieza El día de mi primera comunión es un paisaje, la obra más grande que he pintado hasta ahora. En ésa me dicen que las montañas del fondo son azules, obviamente no era mi intención hacer montañas azules, yo quería verdes. Traté de que fueran un poco azuladas pues al pintar un paisaje, mientras más lejos esté el objeto, más se enfría el color. Pero yo mezclo la pintura y no estoy cien por ciento seguro de qué ocurra como resultado final.
Estoy usando marcadores táctiles, como estoy boceteando sobre muro, lo que hago es trazar los puntos claves en la composición con tachuelas y alfileres. Pongo estos en las pupilas, en las fosas nasales, en las comisuras de los labios. Así puedo reconocer en qué parte del proceso estoy.
¿Qué encontramos en la obra Desafiando a la autoridad?
Es el autorretrato que le da título al montaje. Me representa a mí en la primaria y habla de experiencias traumáticas que tuve en ese tiempo. La directora de mi escuela tenía un problema conmigo y mi forma de pensar; así que a lo largo de los años buscó un nombre para ese problema, y para ello abusó de su autoridad todos esos años. Ella decía que leía mi mente, porque en mis ojos podía ver si mentía o estaba desafiando a la autoridad. No me sometí nunca por completo ante su autoridad, pues siempre supe que ella estaba mal. Eso fue lo que provocó que me volviera blanco de sus abusos. Esta pieza se presenta con un audio de música new age, pues en esa escuela siempre nos ponían esa tonadita.
¿Cuál es la razón de la instalación Violentando la armonía?
Es un árbol de navidad muy parecido a uno que veía en mi infancia, hasta que hubo un incidente. Había un sirio en mi colegio y una amiga y yo jugábamos con su cera derretida, nos cacharon y nos regañaron. La mujer que dirigía el lugar siempre nos regañaba. Usaba un lenguaje superlativo y decía que habíamos violentado la armonía y boicoteado la dinámica del árbol, que no entendía por qué este afán por la violencia y la destrucción. Entonces en esta pieza conforme pasa el tiempo intervengo y coloco más cera sobre ella; ahora sí violento el espacio.
¿A dónde te proyectas en un futuro?
Quiero componer música; incorporar sonido a mi obra y a mi persona. Hasta ahora, uso video, pintura, neón, instalaciones, pero mis aproximaciones a la música son muy básicas. Me gustaría concentrarme en eso.
Desafiando a la autoridad se presenta hasta el 12 de agosto en la Galería Karen Huber. Bucareli 120, Juárez. Mar-vie 12-6pm, sáb 11am-2pm. Metro Cuauhtémoc. Gratis.