Desde el 11 de abril, las salas del Museo Nacional de Arte (MUNAL) albergan Atl. Fuego, Tierra y Viento, sublime sensación, exposición dedicada a la incansable labor del artista jalisciense, conocido como Dr. Atl, uno de los grandes pintores y artistas del siglo XX y quién, en palabras de la directora del recinto Carmen Gaitán "es capaz de mover a las masas con su trabajo y es el creador de una invaluable crónica artísica de la orografía de nuestro país".
Más de 130 piezas entre fotografías, dibujos, litografías, libros, retratos de Atl, y por supuesto, pinturas. No sólo son obras de él, sino que sus obras dialogan con otros importantes paisajistas mexicanos, así que prepárate para viajar por el Eje neovolcánico a través del trabajo de José María Velasco, Carlos Rivera, Joaquín Clausell, entre otros.
Atl. Fuego, Tierra y Viento, como los elementos, está dividida en cuatro salas que exploran su interés y devoción por la geología y la vulcanología, expresados en un respeto a la naturaleza que se materializa en paisajes de gran calidad y formato. Por supuesto, el nombre de Dr. Atl está intricadamente enlazado con el Volcán Paricutín, en Michoacán, por lo que se muestra parte de su gran acervo artístico en el que narra el nacimiento y erupción de la montaña entre 1943 y 1945.
El vínculo del artista con el géiser va aún más allá, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, recientemente se descubrió la escritura de una propiedad que Murillo compró en Michoacán, justo donde vería nacer al Paricutín. Lo que parecería una extraña coincidencia, no será sino una muestra de la increíble tarea que la propia naturaleza parecía haber encargado a Dr. Atl: ser un exponente de su belleza, capacidad y magnificencia.
Escribo esto mientras viajo hacia la ciudad de Puebla, Puebla. A mi derecha, las figuras del Popocatépetl y el Izztaccihuatl comienzan a hacerse más nítidas, más reales. Las observo y entiendo apenas un poco de la fascinación que Murillo sentía por ellas: caminó y vivió los volcanes como pocas personas, y esta muestra, la primera dedicada enteramente a su obra, es apenas un atisbo de la grandeza de su trabajo, de su capacidad de asombro y es retrato de la compleja y abrumadora naturaleza que caracteriza a México.
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