Un debate constante en el arte es si por sí solo tiene la capacidad de cambio de una comunidad. Muchxs artistxs deciden solo retratar lo real; otros tantos, como Ana Gallardo, ven esta disciplina humana como una herramienta de cambio paradigmático. Retoma la retórica y teoría feminista, la crítica que se hace del trabajo doméstico y el sistema de cuidados, como piezas claves para la esclavización de las mujeres, pero con una intensión concreta y decisiva de revancha. No solo se cubre de los golpes, los regresa. Con eso en mente, es que se construye Tembló acá un delirio, exposición que acaba de llegar al MUAC y con la que Gallardo -lejos de plantear un nuevo sistema de violencia y opresión para con los actuales perpetradores- orienta su resentimiento hacia la construcción de nuevos vínculos con la vida.
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¿Qué encontraremos en Tembló acá un delirio?
En cuatro de las cinco salas que abarca esta exposición el ambiente se siente sombrío. Las luces tenues, los colores casi monocromo, paredes negras y piezas que llegan casi al techo del recinto. Si hablamos de sensaciones, se siente sobrecogedora, la museografía juega aquí un papel vital pues las obras dialogan con el espacio de una forma mágica.
Sobre las ideas, entendemos que quizá su arte no sana, pero abre nuevos caminos, nos enseña nuevas posibilidades, nos adentra en un espacio que pareciera doméstico, y nosotros (aunque no exentos de la guianza de Gallardo) les damos significado, en nuestra experiencia, uno violento. Sobre todo con la sala principal, con vasijas y pinturas.
Tampoco se debe malentender como una apología masoquista, ya que lejos de celebrar el sufrimiento individual, Gallardo muestra un inconformismo constante, lo último que parece querer es lucrar con el sufrimiento de otras mujeres. Esto se nota en obras con testimonios orales, confesiones y relatos colectivos, mezclando lo propio con lo ajeno.
Sin duda, la manera en cómo Gallardo dialoga con las audiencias, y nos muestra las violencias y el enfrentamiento que hace de ellas, es cuando menos interesante por no decir revolucionaria.
A lo que se enfrenta
¿Cuál será el verdadero obstáculo de esta exposición? Que este discurso (con pretensiones más allá de lo estético) llegue a aquellas personas que más sufren de esa opresión, y que sabemos no siempre están atentas a estas muestras de arte.
Eso sí, lo que más nos emociona de Tembló acá un delirio es este interés tan constante y claro por transformar con el arte, de proponer recursos reales para sanar sin la tibieza de la práctica política o la rigidez de la academia.
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