Era el año 2001 cuando en la cartelera capitalina se estrenó Defendiendo al cavernícola del americano Rob Becker. Era, en ese momento, una propuesta fresca y divertida. Un toque de standup comedy con un aire de sesión de diván, en el que el resultado era un monólogo de una hora con una carga explosiva de buen humor sobre un hombre que intentaba querer entender la —en ese entonces en boga, y ahora tan manoseada— guerra de los sexos.
Nadie se esperaba que el monólogo presentado por Mejor Teatro y Ocesa —que estaban generando un contenido teatral que lograba conectar con el público de manera muy inmediata— fuera a durar 13 años en cartelera.