Sus fachadas son modestas, pero por lo que se puede observar a través de las rejas que los resguardan, sus interiores evocan el misterio y la majestad de cualquier bosque encantado. Sin embargo, solamente aquellos que tienen familiares reposando en sus recintos tienen el privilegio de entrar a las instalaciones.
Al salir del Metro Panteones, llegamos al Panteón Americano, un cementerio fundado en 1898 sobre lo que alguna vez fue la Hacienda Tacuba, y en el que actualmente, la Sociedad Americana de Beneficencia es la encargada de dar la bienvenida a los difuntos de cualquier nacionalidad, no solamente los de origen estadounidense.
Enseguida se encuentra el Panteón Monte Sinaí, el cual es un sepulcro exclusivo para quienes profesan la religión judía. Mucho antes de la Segunda Guerra Mundial, México ya recibía a los emigrantes judíos provenientes de otros países.
En 1914, el presidente Madero cedió el terreno para el que se erigió como el primer panteón de la comunidad judía en nuestro país, lugar donde reposa la primera generación de emigrantes sirios y libaneses.
En el Panteón Alemán, fundado en 1917, reposan los restos de los miembros de una de las comunidades más notorias del siglo XX, aunque ya desde el siglo XIX había emigrantes alemanes en nuestro país.
El fotógrafo Hugo Brehme y el ex rector de la UNAM Miguel E. Shulz están enterrados en este espacio que une a las culturas mexicana y germana.
Finalmente, nos topamos con el Panteón Británico, que forma parte de una empresa de servicios funerarios.
Algunas personas que trabajan en la zona cuentan que es un espacio que ha fungido como locación de películas, telenovelas y series de televisión.