El contraste entre el ruido de los marchantes afuera y la tranquilidad adentro del museo es refrescante. La planta baja consta de un patio con un gran árbol que enmarca todo el edificio y es dedicado a exposiciones temporales. En el primero piso inicia el recorrido.
La primera sala nos explica a detalle la teoría del color, desde la n que se han extraído pigmentos —desde la antigüedad hasta nuestros días— para darle color a todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. La segunda sala habla sobre la luz en el universo, desde el brillo de las estrellas hasta los distintos filtros que se utilizan para observar el espacio, como UV, infrarrojo, rayos X, etcétera. Continúa el recorrido con la descomposición de la luz, en una sala interactiva con espejos que deforman la imagen, caleidoscopios y hasta prismas para descomponer la luz al estilo del Dark Side of the Moon de Pink Floyd. Tiene también una sala que explica el proceso entre el ojo y el cerebro para poder ver y, como complemento, a un costado de ésta se llevan a cabo consultas con un optometrista a un precio módico.
A pesar de que algunos aparatos se encuentran fuera de servicio, el museo ofrece un aprendizaje vivencial, por lo que es altamente recomendable para niños. También hay un espacio dedicado a las ilusiones ópticas que pone a jugar a personas de todas las edades.
El museo también cuenta con cineclub, conferencias, talleres, cursos de verano y visitas nocturnas el último miércoles de cada mes. Todas las salas cuentan con opción de lectura en braille.