El arte crítico de Otero se puede apreciar en varios puntos del surponiente capitalino, pero se concentra como los colores de su paleta en las calles de Atlitic, principalmente con su técnica favorita, el icónico estuco al grafito (esgrafiado).
Uno particularmente conmovedor es Dioses del agua, con incrustaciones de mosaico y cobre, que lamenta el trato al elemento que nos da vida. En él, ubicado en el muro exterior de las oficinas de aguas y saneamiento de la delegación (Av. Del Rosal 12, Pueblo Nuevo Bajo), se puede ver la intención de Ariosto por "conquistar los muros exteriores al servicio de las causas sociales", como afirma en su manifiesto.
Otra de las obras que le habla directamente a Contreras sobre su pasado es Viaje del siglo XX, plasmado en la antigua estación de ferrocarril México-Cuernavaca (Emilio Carranza esq. Álvaro Obregón, Plaza de la Antigua Estación) en el centro del pueblo, el cual utiliza durmientes, rieles y señales de la vía original. Esta pieza hace dialogar al pasado ferroviario del lugar con la ciclopista y el parque público, a menudo repleto de niños jugando o parejas melosas.
Uno menos histórico y no por eso menos crítico es Adicciones, que adorna la barda exterior de la escuela Primaria República de Gambia (Poloni 34, Atacaxco). Supongo que no hay muchas razones para explicar la pertinencia de llevar el arte y el mensaje las adicciones a una escuela.
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