En la accesoria tres del Colegio de las Vizcaínas pasan más cosas de las que uno supone. Sus dos pisos albergan La Trampa Gráfica Contemporánea, un discretísimo espacio creado en 2009 como taller de grabado. Hoy es un refugio para la libre expresión artística.
Desde la entrada se impone la prensa de grabado arropada por el desparpajo de la zona del taller: mesas inundadas de bocetos, estantes con pinturas y catálogos sueltos; sin faltar las botellas vacías de mezcal, como testimonios de veladas pasadas. Incluso, no será difícil que te tropieces con algún artista trabajando o que puedas ver a los alumnos de los talleres de libro de artista.
A este “laboratorio” cualquiera puede entrar para conocer el proceso creativo de las piezas, muchas de ellas luego se exhiben en este mismo espacio, pues también funge como galería. Es un taller de trabajo público, un backstage del proceso creativo.
Ernesto Alva, cofundador de La Trampa, explica que los montajes que aquí se presentan buscan ser arriesgados; no hay reglas de mercado, guiones museológicos ni lineamientos institucionales. Ellos muestran las piezas que trabajaron como respuesta a sus impulsos, a diferencia de las obras por encargo.
Aquí han dejado historia artistas emergentes y consolidados que han destacado en México y el extranjero, como Agustín González, Pablo Rasgado, Omar Barquet y Daniel Alcalá.
Para ir a las inauguraciones necesitas seguir a La Trampa Gráfica en sus redes sociales. Fuera del tradicional protocolo, son noches bohemias entre amigos que se regocijan de tener un espacio donde exponer libremente, a la vieja usanza de las tertulias artísticas.
Aunque pertenece a la red de Noches de museo de la Secretaría de Cultura del DF, este sitio funciona más bien como galería bajo reservación.
Además de las exposiciones, realizan un magno evento anual. En su cuarta edición (2013), reunieron a los mejores artistas que tuvieron alguna relación con el lugar para una exposición colectiva cuyo objetivo era montar una instalación conformada por materiales residuales (apuntes, bocetos, alusiones, referencias visuales) que los artistas dejaron en el tintero durante la creación de otras piezas.
Lo atractivo de La Trampa es caer en ella y observar a los artistas en su estado creativo. Aquí, entran y salen como si estuvieran en su casa.