Todo mundo lo conoce como Museo del Caracol, si bien tales moluscos de jardín no aparecen por ningún lado en la exposición.
Se llama así porque el arquitecto, Pedro Ramírez Vázquez, construyó en 1960 esta galería en forma helicoidal para aprovechar el desnivel del terreno en el cerro de Chapultepec, de manera que cualquier loco en patines podría pasársela estupendamente en un recorrido lleno de obstáculos y con aceleración constante.
Afortunadamente, tal cosa no sucede. Los obstáculos no son tales sino escaparates con monísimas maquetas que muestran la historia de nuestro país, desde finales de la época colonial hasta mediados del siglo XX.
Ahí vemos, en tercera dimensión y a escala, las escenas inmortales de las monografías que en la primaria nos hacían pegar en nuestros cuadernos de tarea: a Miguel Hidalgo en pleno grito, al Pípila cargando su piedrota, a los Niños Héroes muriendo en combate, a Maximiliano siendo fusilado, a Madero siendo asesinado… cosas así.
Un paseo magnífico sobre todo si se tienen niños de esos preguntones que pondrán a prueba tus escasos, o admitámoslo, nulos, conocimientos de historia patria.